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Tema →La corte del Rey Sol

Puntual:
Canción sugerida → Ça marche

Libro sugerido → La Princesse de Clèves

-C'est pour cela, mesdames et messieurs que cet écrit est si important pour notre vie quotidienne, en nous montrant la réalité que nous ne voulons pas voir( Es por eso, damas y caballeros que este escrito es tan importante para nuestra vida cotidiana, mostrándonos la realidad que no queremos ver.)-terminó de argumentar el noble de buen vestir.
Al igual que todo el salón, aplaudió cortésmente a la explicación conjunta de aquella obra literaria.

Era bastante recurrente en aquellos tiempos acudir a salones literarios entre nobles, algunos habían destacado entre otros y hoy, le tocaba hacer vida social en la corte.
Las normas eran sencillas pero estrictas, y tras llegar de su viaje desde Acadia tenía que pasar algunos días en el magnífico palacio que era Versalles, con sus paredes forradas de oro y el arte desbordando en aquellos únicos jardines a la francesa. La simetría y la ostentación eran parte de cada día junto a la disciplina y los estereotipos. Había que ser de tal y tal manera si uno quería medrar y acercarse al rey para rozar el paraíso en aquel Reino llamado Francia.

Flores de lis, conspiraciones cortesanas,romances, joyas y pasiones, eso era la corte. Mientras la guerra y la hambruna asolaban el reino y sus colonias no quedaba más remedio que vivir al margen de la realidad... quienes podían claro. El rey, en un principio tímido personaje pero imponente monarca, conocía de primera mano las andanzas de sus súbditos, no por nada su madre le había apartado de esas personas durante su infancia, cuando heredó el trono a sus jóvenes 5 años.

A él, lo único que lo salvaba de la ira del rey Sol era su personaje forjado a base de victorias militares contra su hermano y a base de palabras bonitas y elegancia. Sin duda alguna su gran interés por la literatura y la ciencia hacían de él un verdadero "Honnet Homme". El salón comentaba la lectura de aquella obra, titulada La Princesse de Clèves, obra que le había encantado personalmente.

-Je suis tout à fait d'accord monsieur, c'est une vraie œuvre d'art, quel dommage l'anonymat de l'artiste responsable, pour le féliciter. (Estoy totalmente de acuerdo con usted mi señor, es una verdadera obra de arte, una real desgracia el anonimato del artista responsable, para felicitarlo.) -comentó con una ligera sonrisa desde su butaca, él tenía ese privilegio, apenas dos o tres personas más de la sala tenían un asiento, y él era un privilegiado. En todo caso era un salón pequeño. A este habían acudido esencialmente nobles pero también algún ilustre personaje de la época.

La organizadora del salón sonrió complacida por la actividad y la gran variedad e intensidad de las intervenciones, tanto de críticas como de comentarios; todo ello desde el código de la corte por supuesto. Todo estaba en su sitio, tal y como debía ser. No cabía lugar al error.

Maravillosa comedia era la corte, tantos pleitos invisibles a la vista pero ensordecedores a voces, este mismo libro de hacía unos años de su publicación era el perfecto reflejo de aquella corte llena de placeres marchitos al pasar de los años.

Dejando de lado aquel espectáculo, se sentía extremadamente cansado. y es que ser la humanización de aquel reino no era fácil, tenía que mantener cierto prestigio. El prestigio de la corte más popular de Europa, con la lengua diplomática sobre los hombros y muchos enemigos y colonias con los que lidiar. El viaje había sido francamente agotador, y las discusiones que había tenido con la inglesa no ayudaban. Si bien la guerra de influencias que pasaba delante suyo y en la corte se le hacía realmente maravillosa y entretenida, no tenía las fuerzas necesarias para meterse en medio de la batalla. Lo único que lo salvaba en este caso era que los asistentes al salón eran escasos.

Unas horas después, acabó aquel magnífico encuentro, lleno de reflexiones e ideas que a la larga no servían de nada. Era semejante a jurar no repetir algo y al día siguiente hacerlo sin remordimiento alguno.

Estábamos a escasos principios del nuevo siglo, el XVIII, y los ilustrados empezaban ya a hacer su tímida aparición, buscando ya el cambio y denunciando la verdad, intentando esquivar la censura real y eclesiástica. ¿Pero quién era él para decir lo contrario silenciando sus pensamientos y la verdad? Al fin y al cabo él no era el representante única y exclusivamente de la corte francesa, era el de igualmente el clero, los burgueses y el grueso de la población, que vivía en la más absoluta miseria. Pero claro, el patrón no era propiamente suyo. Su hermano, Imperio Hispánico se derrumbaba entre oro, sangre, corrupción y miseria en la península. Su hermana Reino de Portugal vivía lo mismo, y la inglesa del norte no escapaba. Mientras que al este Sacro Imperio Germánico se encontraba en aquel horrendo pero igualmente magnífico declive.

Los tiempos avanzaban, y mientras las mentes avanzaban a pasos agigantados, el sistema del lugar se quedaba siglos atrás en muchas ocasiones.

Tras llegar a sus aposentos y cerrar bien la puerta se tiró a su pequeño sofá, cansado de todo realmente. Miró con pereza la hora en su pequeño reloj y se percató de que aún quedaba mucho tiempo para la cena con el rey, suspiró aliviado, no estaba en esos momentos para protocolos.
Su habitación era de las mejores de Versailles, ser el countryhuman representante de aquel reino tenía sus ventajas. Al llegar por la zona se había cruzado con algunas damas a las que sonrió cortésmente, ya que una de ellas era una de las "favoritas" del rey. Más le valía no ser descortés con ella. Parecía que era uno de sus escasos momentos en escasa compañía. Algunos decían que ella y la reina se disputaban la atención del rey en busca de poder. Eran rumores, si, pero rumores ciertos. La verdad era medrar, y aplastar a todo aquel que se pusiera en tu camino hacia la gloria divina del rey sol. Más fácil sería todo diciendo todo en voz alta, así todos acabarían de visita al verdugo, nadie era honesto. Ni siquiera él.

Observando las paredes de sus aposentos llegó a ver detalles de los que se había olvidado o inclusive acababa de descubrir. Como ya había dicho, ostentación. Una cama de finas sábanas de seda y decoraciones por doquier.
Puede que lo único que echaba en falta de sus antiguas cortes fuera la gran movilidad que tenían, siempre de castillo en castillo, siendo acogidos por nobles en sus châteaux. Al ser de aquella manera, se permitía a sí mismo un descanso de algunos días antes de llegar al castillo en cuestión, pero ya no. Completamente aislado del mundo exterior a París o sus colonias...
Puede que añorara a parte tiempos más sencillos, donde hacer la guerra era un arte y no un título, donde él y su monarca batallaban codo con codo, ganando y perdiendo... Quien sabe.

¿Estaba bien lo que hacía en aquel continente? no estaba seguro de ello, tampoco era tan paranoico como su hermano como para parar a pensar en moralidad, si bien le encantaba pensar, nunca estaba de humor para ello y sus monarcas aún menos. no era ni el momento ni el lugar para hacerlo. En aquellos momentos su prioridad era otra, ser un verdadero cortesano, demostrar su valía con el habla, la cultura, el romance y por supuesto con sus dotes de seducción. Ya no tenía amantes en la corte, y quería evitar los líos amorosos en esta, pero puede que prender alguna llama amorosa en alguna doncella avivara la búsqueda de poder, y por lo tanto el drama y las caídas en desgracia de algunos nobles y la subida de peldaño de otros y otras. Mientras el sistema funcionara estaría ahí para verlo, y si algún día el dolor del pueblo era más grande que las deudas del rey estaría ahí para llevar a lo alto el pueblo que tantas deudas imposibles sostenía.

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