A veces escucho por las calles esa típica frase de "Los juegos no son más que eso, juegos", siempre dirigida a esa clase de personas que se emocionan con un final feliz, lloran por la muerte de algún personaje, o hasta celebran el éxito del protagonista, y no los culpo, los juegos en cierto punto pasaban a ser parte de ti y te hacían sentir que tú eras ese protagonista o que tú acababas de perder a ese amigo cercano. Yo formaba parte de ese porcentaje de personas que adoraba los juegos por la manera en la que te hacían vivir miles de aventuras con tan solo mirar una pantalla, pero sabía como trazar la línea entre los juegos y la vida real, sabía cómo aceptarlo y seguir con mi vida como siempre, aunque todo cambió cuando de repente en un día como cualquier otro... La línea se rompió.