Todo empezó cuando me topé con él. Le tiré mi café sin querer en su camiseta y nuestros ojos se encontraron. Suspiré en modo de disculpa y él quedó inmóvil. -Lo lamento. -Solo es un accidente-murmuró, y una bella sonrisa apareció en su rostro. Ese fue nuestro primer encuentro. Ahí fue cuando conocí al chico más sencillo y triste del mundo; Kendall Schmidt. Coincidimos en varias clases de filosofía y comencé a fijarme en él. No era feliz. Sus ojos emitían soledad, tristeza, agonía. Y por extrañas razones que desconozco, mi corazón sintió un vacío y me sentí forzada a acercarme a él. Intentaría acabar con su tristeza este invierno.