Las Vegas, la ciudad del pecado, aquella donde tus deseos más salvajes, la lujuria y la avaricia salen sin miedos, aquella que te transforma y te hace adicto a ella, a sus luces, a sus juegos, a sus pecados, a él. Bien decían que al finalizar la noche debías correr a casa, el Diablo acecha a la media noche y no, no hablamos del Diablo de cola roja y grandes cuernos, hablamos de aquel que te hace ver el mismísimo infierno si se enfada, aquel que te condena a una vida de sufrimiento si decides ponerte en su camino, aquel que viste de negro, inteligente, manipulador y sobretodo mentiroso, aquel que te hace cometer todo tipo de pecados para arrastrarte a su reino, capaz de deshumanizarte con tal de lograr los objetivos de su deseo y voluntad. -Quiero venderle mi alma al diablo-susurre despacio mientras secaba mis lágrimas -¿Qué pides a cambio de tu alma, preciosa?