«Por favor, Arahabaki, permíteme tener una muerte rápida e indolora». Osamu Dazai nunca pensó que viviría más allá de los veinte años. Así que, cuando su mejor amigo le regaló una caja de velas para pedir deseos, creyó que estaba bromeando. ¿Arahabaki? ¿Dios de la calamidad? ¿Quién carajos era ese? Sin embargo, un regalo era un regalo, y la curiosidad se hizo irresistible. Dazai encendió una de las veintiún velas y pidió su deseo, sin creer que se fuera a cumplir. Después de todo, Arahabaki era un dios olvidado. Pero el solsticio de verano cambiaria su vida para siempre. A veces, los dioses son más humanos de lo que parecen, y el amor puede volver incierto hasta el deseo más firme.