Era una ciudad nueva, donde no conocía a nadie y a donde solo había ido para conseguir algo por lo que había estado preparándome toda mi vida. Al empezar a trabajar como asistente de un restaurador de piezas de arte, pensé, esta es mi oportunidad de impulsar mi carrera. Pero cuando lo vi a él, en medio del pasillo con su enorme perro sin correa, solo pude pensar ¿no puede ser tan malo, verdad? Pero si fue muy malo. Porque además de él, habían otros tres perros más sin cadena. Y no hablaba de animales, hablaba de sus hermanos.