Un día de abril desperté en mi departamento, salí a la cocina a prepararme el café matutino y en el suelo de mi sala estaba durmiendo un chico rubio que jamás había visto en mi vida. No parecía un vagabundo, sus ropas elegantes y aspecto impecable lo asemejaban más a un joven heredero que a un intruso, sin embargo cuando lo vi bien me di cuenta de una particularidad que me hizo reconocerlo. Pero, ¿Como era posible? Es más lógico pensar que me volví loca de la noche a la mañana que creer que un personaje se había salido de su historia y ahora estaba en mi sala descansando como un ángel. Aún a día de hoy desconozco por qué ocurrió eso, pero el recuerdo de aquel caballero es una ausencia que a día de hoy me sigue pesando por lo mucho que llegué a amarlo, por haberme hecho a la ingenua idea de que podría quedarme con él por el resto de nuestras vidas aún cuando al inicio llegué a repeler su presencia. De todas maneras, y aunque nadie me crea, la necesidad de contar mi historia es algo que no puedo ignorar. Mis veinte días con Sanji Vinsmoke.