Yoon Sanha era el hijo devoto perfecto ante los ojos de todos, incluyendo a sus padres. ¿Y cómo no cuando era el estudiante perfecto, el hijo perfecto que hacía todo lo que sus padres decían? Iba todos los domingos a misa con la más grandes de las sonrisas, no bebía alcohol, no fumaba ni consumía sustancias dañinas. No era promiscuo y era un joven soltero enfocado en sus deberes académicos y espirituales con la iglesia. Perfecto, ¿verdad? Pues todo eso solo era una fachada, porque al final de cuentas Sanha seguía siendo un pecador, como todos los hijos del Señor. Y quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra.