Habrá reglas, nuestras reglas. —De acuerdo —recobró la compostura y cerró la boca de inmediato al escuchar la palabra “reglas” —. Esto se pone interesante. —Regla número uno: Como me fastidiaste hasta el punto de querer tirarte por el balcón, esta será una competencia. “Regla número dos: No nos besaremos en los labios. Regla número tres: Nada de juegos ni cosas raras. Y Regla número cuatro: Pierde el que caiga primero” Escuchó cada una de las reglas, no propuso ninguna pero tampoco parecía muy de acuerdo. Al final, levantó la mano como si estuviéramos en la escuela y dijo: —¿A qué te refieres con “el que caiga primero”? —Fácil, mi querido Ross —me senté sobre sus piernas y pasé uno de mis brazos por sus hombros—. La regla número uno y cuatro consisten en que, para demostrar quién es mejor, competiremos entre nosotros, y si cualquiera de los dos no lo resiste más y pide a gritos acostarse con el otro, pierde.
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