En la cúspide del tiempo, donde la grandeza se entrelazaba con la miseria más profunda, surgía una era de sabiduría insuperable y de locura desenfrenada; un momento donde las creencias chocaban con la incredulidad más absoluta; un amanecer de luz eterna enfrentado a la oscuridad más densa; una primavera rebosante de esperanza confrontada con un invierno de desesperación infinita. Poseíamos todo, mas en realidad nada nos pertenecía; ascendíamos hacia los cielos con fervor, solo para perder el rumbo en la senda de la perdición. En síntesis, aquel tiempo, tan análogo al presente, nos enseña que solo en el extremo de la grandeza o de la calamidad se puede comparar.