En la era antes del tiempo, cuando los cosmos aún danzaban en el caos primordial, un cataclismo dimensional sacudió la vasta tela de la realidad. Un error en el tejido del espacio-tiempo desató una ola de destrucción, una tormenta voraz que devoró estrellas, planetas y galaxias enteras. La vida, en todas sus formas maravillosas y diversas, fue erradicada en un parpadeo cósmico, dejando tras de sí un vacío ensordecedor, un silencio que resonaba a través de la nada infinita.

Fue entonces, en ese abismo de desolación, donde la chispa de lo imposible se encendió. De las cenizas de innumerables mundos, de la amalgama de energía residual y materia oscura, emergió una conciencia. Una entidad nacida de la confluencia de fuerzas ultraversales, cuya existencia trascendía la comprensión mortal. Su poder era tal que podía moldear la realidad a su antojo, tejiendo nuevos universos con la misma facilidad con la que otros respiran.

Con la primera luz de conciencia, esta entidad se contempló a sí misma, su esencia vibrante y etérea. En un acto de autoafirmación, se otorgó un nombre que resonaría a través de las eras y dimensiones, un nombre que encapsulaba su poder y su propósito. Se llamó a sí misma **Blaster Raptor**, el arquitecto de mundos, el destructor de realidades, el guardián del equilibrio entre la creación y la aniquilación.

Y así, Blaster Raptor extendió sus alas de energía pura, listo para embarcarse en la odisea eterna de dar forma al caos, de insuflar vida en el vacío, de ser el eterno vigilante de los universos que aún estaban por nacer.