Todos llevamos una máscara, he llegado a esa conclusión después de mucho pensar y la mía empezó a pesarme hace meses. Mi máscara escondía quien era, pero más que nada buscaba a toda costa que nadie pudiera ver lo quebrantada que estaba detrás de ella.
He llevado un proceso demasiado largo con mi salud mental, a tal punto, que sentirme sana en el futuro es algo impensable para mi en el presente. Pensaba que si ignoraba las señales, que si pretendía verme feliz, que si disimulaba el dolor desaparecería, pero no ha dejado de doler cada respiro, cada lagrima y cada batalla perdida.
Llevo bastante sin tocar un teclado, además del hecho de que mi computadora dejó de funcionar, el sentarme a enfrentar mis emociones era demasiado para mi, era... doloroso.
A partir del momento en que me hice consciente de eso, mi mentalidad cambió, porque lo que más amaba se había vuelto una parte que me hacía odiarme a mi misma. Creo que eso ayudó al hecho de que me hiciera consciente de que necesitaba ayuda urgente y también a la decisión de dejar mis redes un tiempo.
Estaba demasiado cansada, me dolía el pecho y el dolor en mis manos, solo era una de las formas de mi cuerpo de decirme "para". He parado desde hace un tiempo, no espero que nadie lo sepa, pero abandone el vagón del tren hace bastante y aislarme fue la única manera de sentirme nuevamente yo.
A este punto me he hecho consciente de que nunca seré capaz de alcanzar las metas inalcanzables que se propone mi mente, que estar metida en redes comparando mi proceso con el de otros, solo me hace daño y que yo debo transitar mi propio camino con tranquilidad, que el destino no tiene una sola dirección, hay muchas que no me había propuesto antes ni pensaba existieran.
Pronto, me verán nuevamente hasta por la sopa, pero mientras tanto, extrañenme.