En el mundo de las supersticiones y el caos, donde se alaba a la no-verdad alegando que es realidad, ¿qué ha de significar, entonces, despertarse uno con una mancha de su propia sangre? ¿Un veredicto, un atisbo de consciencia? ¿Por qué he de hacerme estas preguntas a tales horas de la mañana, cuando, evidentemente, está claro que debería estar tomándome este día con calma? Pero no es para simpatizar, yo muy calmado estoy, lo más calmado que se me tiene permitido estar.
Verdaderamente, quería preguntar el qué significaba despertar con una mancha de sí mientras, no tan cómodamente, uno se revuelca en los brazos de Morfeo. ¿por qué los brazos, entonces? ¿Se le habrá olvidado y me habrá dejado a expensas de mis expectativas? ¡Muy curioso! Pero no he de culpar al pobre hombre, todos cometemos errores. Creemos en seres astrales y en supersticiones todo el tiempo. Es por eso que vengo con la idea de la razón, pero he de admitir que se me ha escapado. No eso. La he dejado más bien a voluntad, ya sabía yo que con ella no podría hacer esta clase de preguntas.
Pero aquí les digo: ¡respóndanme! No soy un loco, ¿por qué han de pensar así? He tomado nota de cada mal augurio, porque de los buenos nunca me guío por experiencia. En tal caso, ¿qué me diferencia de los que, muy animosos, se guían de las estrellas para un futuro prometedor? Yo en mi caso, he despertado con sangre y crúor, y no ha sido agradable. Tengo las manos manchadas, y de no ser por el característico aroma a metal, habría pensado que he sido yo el causante de un espanto. Pero no. Afirmo, todas las veces que sean necesarias, que es completamente mía, ¿quién me ha robado, he sido yo? ¿Cómo uno puede robar parte de sí y seguir como si nada?