Anoche, 7 de septiembre de 2021 un terremoto de magnitud 7.1 (aunque yo insisto fue de 7.5) sacudió a las 08:30 de la noche a mi bello Acapulco.
Si bien yo soy de actuar tranquila durante sismos, esta vez como no era la única alma en mi casa, me causo un miedo inefable.
Con decir que en mi ciudad hay dos zonas turísticas (yo vivo en una de ellas), no podíamos pasar a la otra zona debido a derrumbes. Para aclarar un poco, había una carretera que te llevaba a la otra zona (es una hora de trayecto) y hay un túnel que te lleva a la misma zona (salvo que este es en un lapso de 13 min); la cosa es, que no había paso por ahí y como era un terremoto y vivimos al lado del mar (SI EL MAR) debíamos irnos a una zona alta. La mayor alternativa que tuvo mi familia fue irnos a aquella otra zona a la casa de mi hermana mayor, pero no podíamos pasar porque tanto la carretera como el túnel sufrieron derrumbes (creo que nada graves).
Fueron unos nervios terribles. Afortunadamente, agradezco tener voluntad de hierro porque de lo contrario habría tenido una crisis nerviosa, y muchos ciudadanos de diferentes zonas de Acapulco tuvieron que ser atendidos médicamente debido a esta ansiedad.
Gracias a Dios y a mi bella (pero letal) naturaleza llegamos bien y no ocurrió nada más allá del terremoto. Sin embargo, hubo una vida perdida (de entre todos los ciudadanos) y daños menores, pero el susto no se compara. Y tenía más de 40 años que en Acapulco no ocurría un terremoto, con decir que la última vez que ocurrió eso, hubo un tsunami que arrasó con gran parte de la ciudad.
No diré nada más, creo que ya fue mucho caos por ahora. Solo les pido que si llegan a padecer una situación como esta, no se alarmen, lo más responsable como seres humanos que podemos hacer es guardar nuestro propio orden para ayudar a quienes tengamos cerca. Cuídense y no se confíen (como yo lo hice) que los desastres naturales no son para tomárselo a la ligera.