Como la mayoría de los escritores, no escribo porque lo haya elegido; escribo porque tengo que hacerlo.
Escribo porque llegó un día en el que me cansé de recibir y quise dar.
Escribo porque un deseo oculto, camuflado durante años, ha salido de su escondite y se ha mostrado.
Escribo porque para mí es una necesidad que tengo, como puede ser comer o dormir, pero que puedo suprimir sin morir.
Escribo porque no quiero que las historias mueran en mi mente, y solo escribiéndolas tendrán vida, tendrán existencia.
Escribo porque siempre me ha gustado jugar a juegos de construcción: de pequeño he pasado media infancia jugando a los lego y de mayor jugando a juegos de ordenador de construcción de ciudades.
Escribo porque siempre he querido tener hijos.
Escribo, básica y fundamentalmente, porque quiero crear.