—Todos sus músculos se calmaron y sus sentimientos, que estaban a flor de piel, no tardaron en hacerse presentes; en cuanto escuchó su respuesta, no pudo evitar pegar un salto de alegría, y acto seguido, la abrazó con tanto ímpetu que la levantó del suelo—. Lo que decían en los libros era cierto. Ahora mismo soy el hombre más feliz del mundo. —Seguramente no podía tener una sonrisa más grande en su rostro—. No te importa que el anillo sea tan informal, ¿verdad? Como el helado era tu postre favorito, pensé que sería buena idea. —No era una preocupación, más bien una duda. Ahora que podía respirar tranquilo, comenzaba a fijarse en los pequeños detalles—.