¿Quieres volverlo una competencia? —susurro contra sus labios, apenas separándose, con la respiración entrecortada. Sus dedos aún están enredados en su camisa, negándose a soltarlo—. Porque si es el caso, no deberías haber empezado. —Y no esperó respuesta. Esta vez, es ella quien lo besa, con decisión, como si el aire ya no importara, como si todo el mundo se redujera a ese instante. Sus manos suben por su nuca, aferrándose a su piel con una mezcla de necesidad y desafío. No hay prisa, pero tampoco duda. Sus labios buscan los suyos una y otra vez, como si quisieran memorizar su forma. El ritmo sube y baja, como una marea que arrastra, que envuelve, que consume. Finalmente, se separa apenas lo justo para hablar, sus labios rozando los suyos con cada palabra— Agradezco las clases de tu parte, Quill.