Gracias a ella, las dos partes de El Archivo, nuestro archivo, existen. A su paciencia de verme escribiendo mientras devoraba un plato repleto de comida y luego sentarse a mi lado. Gracias a ella, existe Lexi (tanto la versión original como la que ustedes conocen), porque a pesar de que le impacientaba no verme descansar, siempre entendía cuando hablaba de esa bella mujer hasta por los codos de las líneas en mis páginas. Gracias a ella, El Zahir, El Aleph, El Orbe de R'lyeh, Aixe, Kris, Abisal, en fin... tantas historias nuevas nacían recientemente, porque sin su soporte, su grata compañía y su vibra deseosa de quemar el mundo (similar a la mía, en toda forma) yo me hubiese hecho añicos en soledad sin tener alguien con quién debatir el siguiente capítulo de cualquier novela.
Había una historia con su nombre. Nunca vieron el final, porque jamás lo publiqué esperando que ese momento nunca llegara y que me fuese yo antes que ella. Pero luego me encantó vivir, con el tiempo, y ese párrafo final parecía ahora más lejano. Pero la otra parte, ella en teoría, de una o de otra forma siempre llegaría.
No quiero hablar de las circunstancias de su muerte. Solo diré que el mundo me parece cada vez más repugnante, envidioso de la felicidad que puede generar la cercanía de dos almas que no eran dos sino una sin el otro, ahora me siento más bien incompleto. Me dan asco las personas a las que me podría dar bien servido si pudiera también yo prepararles la última cena de sus miserables vidas.
Pero la vida continúa.
Vacía, pero sigue...
Adiós no solo a la mascota de la cuenta, sino a mi compañera, amiga, confidente, hija y sobretodo, sombra de todo lo que soy y seré.
En paz descanse Jazz Tango, comiendo latitas de atún flotantes en el cielo de los gatos.
2018 - 2024
Adiós, mi niña.