Sentía varado, perdido sin rumbo fijo en su propio subconsciente, oscuridad sintiendo una leve incomodidad de nuevo en su pecho. Por más que andaba no aparecía ni un alma, lo último que recordaba era haber caído inconsciente contra la alfombra del cuarto de la chica.
Luego de unos minutos, el lugar empezó a iluminarse, notando que se trataba de su propio cuarto en su casa, el palacio, frunció el ceño hasta que notó otra figura masculina en la puerta de la misma.
──────¿Quién eres tú? ───Inquirió mientras se acercaba sin ninguna pizca de miedo, al tomar por el hombro para girar el cuerpo ajeno, pudo divisar que el tipo se trataba de él mismo, retrocedió unos pasos al verle, notando lo diferente que se veía.
El otro Azahar tenía los ojos de un fuerte color rosa, sonriendo bobamente hacia un punto, él trató de seguir su mirada, cosa que lo hizo empalidecer al notar que era nada más ni nada menos que Amina, a la cual le sonreía cariñosamente.
Sintió unas ganas de vomitar, temblando de impotencia y llevandose una mano a la boca, es como sí acabara de presenciar una de sus peores pesadillas.
El lugar cambió, ahora regresaba a estar en el blanco vacío, para luego notar al mismo personaje observandolo fijamente.
──────¡¿Quién demonios eres tú?!¡¿Por qué estás usando mi apariencia?!───Gruñó, notando como la cosa esa seguía sonriendo sin inmutarse, luego de unos momentos, se le acercó para murmurar:
──────Soy tú, Azahar, diviertete un rato, justo ahora no necesitamos de ti ───Abrió los ojos sorprendido, presenciando como era empujado por el tipo hacia un vacío, cayendo e intentando gritar para pedir ayuda, pero no podía, sus cuerdas vocales no funcionaban, sólo pudo atinar a ver el tipo despidiendose con la mano, sin borrar esa estúpida sonrisa enamorada.
Azahar abrió los ojos, parándose de golpe y soltando un ligero quejido.
──────¿Qué ha.. ? ¿Dónde estoy?