Fragmento del Episodio II de Prisioneros de las Rosas.
«Pese a que el tiempo se sentía inexistente, el hombre encadenado conseguía imaginar el tictac de un reloj adherido a sus tímpanos. En el mismo rincón cada día, se entumecían tanto sus músculos como sus sentidos. Se limitaba a reflexionar una técnica nueva para escapar, además de predecir la siguiente artimaña de las sirenas para mantenerlo cautivo. El desenlace sería siempre el mismo, sin embargo: de nuevo a aquella cueva húmeda y fría. Quizás otro par de huesos rotos.
De forma paulatina y constante, escarbaba en los grilletes de hierro con sus afiladas uñas. También tarareaba, inconscientemente, una melodía vacilante cuyo origen no podía recordar, pero estaba seguro de haberla oído en el pasado».