Todas las noches, cuando el techo azul se torna en blancas luces, procuro buscar el sentido de la vida. No hay nada de especial en ellas, pero creo que la mayoría de las personas cuando se sienten perdidas o incluso no encuentran su camino, se acechan en el mismo lugar. Jamás uno pudo ver frente a frente una respuesta, nunca nadie ha dado a conocer que mirando el cielo ha podido al fin, verse con la claridad. Pero si anidan preguntas, miles de ellas. Preguntas, aquellas incógnitas que nos sacan de nuestra rutina, para situarnos en aquel boulevard de sueños rotos. Preguntas, aquellas incógnitas que nos sacan de nuestra rutina, para situarnos en aquel lugar donde todos tenemos miedo de estar, en la mismísima duda. Duda, eso que nos inquieta y nos hace pensar entre el sí o el no, entre lo más claro a lo más nítido, aquella que nos incómoda en la misma intranquilidad del saber. Si bien ni tu ni yo, encontramos luz entre la oscuridad que ni siquiera una vela puede aconsejarnos, estamos destinados a las mismas cuestiones, el amor, los sueños, los deseos del interior humano.