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El día terminaba como de costumbre, la tarde tranquila y algunas personas paseando por las calles. Algunos niños jugaban entre ellos y sus risas llenaban el ambiente. No tenía prisa por llegar a casa y no estaba tan lejos, así que a mi paso iba poniendo todos mis materiales en su lugar. Una vez limpio todo y cerradas las ventanas me dispuse a irme. El cielo siempre era un espectáculo digno de fotografía, cambiaba mucho su tonalidad según la estación del año y ahora que llegábamos al final de la primavera algunas tonalidades calidas tomaban más protagonismo.

— Estoy de vuelta.

Me quite los zapatos y dejé la bolsa con mis compras sobre la mesa, hacía mucho que el eco de mi voz resonaba entre los pasillos. Desde la partida de mi madre las cosas se habían vuelto grises, a veces me encontraba mirando la puerta con la esperanza de que llegaría con una sonrisa en su arrugado rostro y parloteando de su día. Tres años habían pasado y apenas comenzaba a acostumbrarme, cuesta mucho volver a un lugar y llamarlo tu hogar cuando ese alguien amado ya no está.

Y por esa razón era que trataba de mantenerme ocupada, hoy por ejemplo debía atender a mis plantas. Cada mes trataba de hacer que algunas ramas echaran raíces y tener más insumos para usar en el trabajo. Revise y la mitad de los brotes se habían logrado, con las macetas preparadas plante las raíces y les di un lugar donde diera sol.

Era agradable ver como tu esfuerzo rendía sus frutos y ver las pequeñas flores púrpuras me hizo sonreír satisfecha. Acaricie las hojas del tallo con delicadeza, hasta que unos toques en mi puerta me sacaron del momento.

— Un momento. - dije apresurándome a lavar mis manos.

Fui hasta la puerta y una figura de traje y una especie de humo envolviendo su cabeza se planto en el lumbral.

— Señorita Kazumi -dijo a manera de saludo, con una voz grave.- tengo entendido que usted es curandera.

— Si señor ¿en que le puedo ayudar?

La persona mira a ambos lados de la calle y se inclino ligeramente hacia mí.

— Necesito que me ayude con una persona, en este momento -hablo en susurros-  Pero esto debe ser confidencial.

Sus palabras no eran nuevas para mí, de vez en cuando personas importantes venían de lugares apartados en busca de mis habilidades. Al final del día ellos eran mi mayor fuente de ingresos y a cambio daban protección a mi comunidad. Hasta ahora no me había medito en ningún problema con gente equivocada. Me hice a un lado indicando que pasara y tras esto cerré la puerta.

— Dígame que clase de heridas tiene.

— Las típicas de una pelea física y algunos disparos. - asentí dando un repaso de lo que necesitaría.

— Deme unos minutos para preparar todo, mientras traiga a la persona con la menor cantidad de ropa posible.

La persona asintió y abrió un portal de humo donde entró y se cerró. Fui a la habitación del fondo, tomé un contenedor grande y abrí la llave. Mientras se llenaba saque algunos frascos con hiervas secas, puse agua a calentar. Una vez lleno el contenedor fui llenando algunos cantaros de agua, extendí una manta sobre el suelo. En ese momento el humo apareció en una esquina y abrió un hueco negro de donde salió la persona de antes con una figura delgada entre sus brazos. Tenía la piel de un tono pálido enfermizo y el cabello claro, parecía semi consciente por lo que le indique a la persona donde colocarlo.

Hice todo el proceso de curación hasta llegar a la parte de la sutura, hay es donde mi don actuaba. Me ubique de tal manera que la cabeza del chico quedara sobre mis piernas, eleve mis manos a la altura de mis hombros y con una inhalación el agua de los cantaros salió y cubrió totalmente el cuerpo del joven. 

Esta era la parte mas complicada, ya que era una cantidad considerable de agua y debía mantenerla donde yo quisiera. La parte exterior se mantenía estática mientras que el agua del interior se mantenía en una corriente constante, una vez que pude mantenerlo bajo control hundí mis manos en el líquido hasta tocar los hombros del chico y así activar mi factor de curación.

Poco a poco la sangre que brotaba de las heridas fue disminuyendo y los tejidos se iban cerrando, mientras tanto el sujeto de humo observaba todo desde una esquina. Mientras el proceso de curación se daba note las marcas en los ojos del chico, parecían arrugas. Tenia una cicatriz sobre su labio y además del color extraño en su piel todo lo demás parecía en orden, su complexión me pareció naturalmente delgada.

El procedo finalizó sin ninguna complicación, con algunos movimientos de mano devolví el agua a su lugar y descanse la cabeza del chico en el suelo. Revise las heridas que ahora eran un tejido rosáceo, señal de que el proceso de cicatrización estaba comenzando. Me incorpore y observe al sujeto en la esquina.

— Pueden irse si así lo desean, pero si no es necesario pido su permiso para darle una infusión que ayudara con el dolor.

El parecía dudoso.

— Puede mostrarle lo que contiene . ofreci.

Asintió y ambos fuimos hasta la cocina, el agua ya estaba caliente. La puse dentro de una tetera y le mostré las hiervas secas que usaría en la infusión, explique para que servía cara una y me ofrecí a mostrar la planta de donde provenían. No fue necesario por lo que seguí con mi deber y ambos esperamos a que infusionara. El sujeto se quedó estático en su lugar y le mire extrañada, normalmente la persona que venía a ver mi proceso sacaba algún tipo de plática. Pero este no era el caso.

— ¿Qué edad tienes? - pregunto con voz grave.

Su pregunta me resulto algo inusual.

— Veinte años señor.

— Usted normalmente...

— ¡Kurogiri!

Ambos miramos en dirección a la voz y vimos al chico de piel pálida en el pasillo, aún tembloroso dio sus ojos encontraron los míos y su mirada me dejó paralizada. Su iris de color rojo se veía como una flama colérica en sus ojos inyectados de rabia, las arrugas en su cara se asentaba aún más y su cabello rebelde le daban un aire de maníaco. La persona enseguida fue hasta donde el y lo tomó en brazos antes de que este colapsara, aún así el chico se removió molesto.

— ¡¿Donde estamos?! ¡¿Que hacemos aquí?! - vociferaba en una voz rasposa.

— Joven Shigaraki, tranquilícese por favor. Le están curando sus heridas.

El chico mascullo algo antes de quedarse quieto en los brazos de la figura humeante y que este fuera de vuelta a la habitación, rápidamente serví la infusión y la lleve hasta donde ellos. Di unos toques a la puerta antes de abrirla, el chico estaba de nuevo recostado sobre la manta y el que parecía ser Kurogiri lo acompañaba a un lado.

— Esto te ayudará para el dolor - explique tomando lugar al lado del chico. - no tienes que tomarlo sino quieres.

Su iris carmín me dio una mirada desconfianza y fría.

—Joven Shigaraki... - dice aquel hombre de humo.

Shigaraki no parece tener mas alternativa y de mala se acerco para beber de la taza, yo me incline y de a poco le fui inclinando el recipiente para su comodidad. En todo ese tiempo me miro de vez en cuanto, con una expresión que se fue relajando hasta que el cansancio callo en sus ojos.

— ¿Cómo te llamas? - dijo en tono casi infantil.

— Kazumi - respondí dejando la taza a un lado.

Y en cuanto pudo ponerse en pie, el hombre de humo hizo el pago y ambos regresaron a través del portal de humo.

POV Shigaraki.

¿Era ella? no no, la Kazumi que yo conocía murió, eso me dijo mi maestro.

Pero en verdad tenia tantas cosas similares, que la duda infecto mis pensamientos. 

¿Y si era ella? ¿Si realmente no había muerto? mhh.

¿En que otra cosa me habría estado mintiendo? ¿Por qué no me lo dijo? ¿Qué es lo que está buscando?

Tengo que averiguarlo por mi mismo.


La promesa Olvidada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora