La tela del uniforme se pegó a mi piel, humedecida por sus lágrimas. Ambos teníamos la respiración irregular, el corazón desbocado y la garganta quemando.
—¿Cómo has estado, mocoso? —traté que mi voz sonara normal, sin rastros de que yo también estaba llorando. Pero el tono quebrado al final me delató.
—Perdóname —susurró con la nariz algo congestionada por los mocos. Su abrazo se apretó todavía más en torno a mí, sacándome un poco de aire. Su cuerpo, delgado de una forma preocupante, comenzó a temblar a la vez que soltaba hipidos y sollozos con mucha fuerza—. Perdóname... Debí confiar en ti —la voz le salía débil. Eso hizo que mis pulmones se achicaran, que no me dieran todo el aire que necesitaba.
—Cállate, no hables de eso —interrumpí. Coloqué mis manos en sus hombros y lo alejé. Su rostro estaba enrojecido y húmedo, sus ojos hinchados y sorbía su nariz cada pocos segundos.
—P-pero...
—No digas nada —volví a cortar, suavizando mi gesto.
Me quedé con cada detalle de su cara. Sus lágrimas bajando en un torrente furioso por sus mejillas. Sus ojazos negros, ahora enrojecidos, inflamados y entrecerrados. Su nariz recta y redondeada en la punta. Sus mejillas, algo desinfladas. Sus labios finos, muy rosados.
Él boqueaba, buscando algo que decir. Yo miraba aquella horrible ropa del hospital que le quedaba tan ancha. Nathan siempre fue algo delgaducho, pero ahora estaba muy flaco, como un perro callejero.
¿Cuánto habría comido últimamente? ¿Tan siquiera habría comido?
No me molesté en ocultar mis lágrimas, en tragármelas o limpiarlas. Me quemaban, me dolían, pero ya no eran tan amargas, tan horrendas.
—Mírate, por dios —mascullé entre divertida y preocupada, escrutando todas las partes en las que su piel dejaba ver algunos huesos. Mi estómago volvió a la montaña rusa, pero contuve el gesto de asco ante tal delgadez—. Si antes eras un palo andante, ¿ahora qué eres? ¿un alambre?
Un raro suspiro risueño se escapó de entre sus labios. El simple hecho de que sonriera hizo que me relajara un poco más. Quité las manos de sus hombros, tratando de tomar una larga respiración. Él tomó una de mis manos y retrocedió, dejándose caer en la cama; yo me quedé de pie, mirando el punto donde nos uníamos.
Estaba frío, pero se sentía muy, muy cálido...
—No has comido mucho —dije, rompiendo el silencio. Él negó.
—La comida del hospital no es muy buena —aceptó con un encogimiento de hombros. Palmeó el colchón con su mano libre—. Siéntate conmigo, ¿sí?
Ante su sonrisa débil, cogí mi mochila y me senté donde me señaló. Tragué saliva. Sus brazos se en volvieron en torno al mío; su cabeza en mi hombro.
¿Por qué se comportaba como si nada estuviese ocurriendo? ¿Como si no estuviese enfermo, como si no me hubiese mentido, como si no estuviésemos en un hospital?
—Tampoco tenía apetito de nada —agregó, mirando a la nada.
Me sentía terriblemente feliz; abrumadoramente triste. La piel me ardía dónde él estaba tocando. Los ojos me lagrimeaban aún.
Una sonrisita nostálgica se me escapó, abriendo mi mochila, colocando la mano sobre la caja de bombones.
"—¡Oye! También eran para mí —hice un puchero de frustración.
—Oh, lo siento —se disculpó, mirando la bolsa surtida de bomboncitos, ahora vacía—. Estaban deliciosos, ¿hay más?
—No, esos eran los únicos que traía —fruncí mi ceño—. Y eran mis ahorros de dos meses".
Separó la cabeza de mi hombro, mirándome, como si no creyera aún que estaba ahí.
—Cierra los ojos —le pedí, sonriendo a pesar de que aún quedaban un par de lágrimas en mis mejillas. Me obedeció—. Sin trampa, ¿eh?
En un gesto tierno, deshizo su agarre en mi brazo y se cubrió los párpados con los dedos, liberando una curva medio alegre en su boca.
Tratando de ser silenciosa, saqué y abrí la caja de bombones. Una pequeña esfera de chocolate negro fue alejada de las demás; la presioné con cuidado en sus labios. Enseguida la introdujo en su boca, y en segundos, tenía una sonrisa gigantesca.
Me miró con sus ojazos, llenos de la vitalidad que le faltaba minutos atrás.
"—¿Qué me vas a regalar el 14 de febrero? —me susurró, levantando la vista de su libro de Matemáticas. Estábamos estudiando.
—Esas deberían ser mis palabras —sonreí, aún concentrada en las equis potenciadas y en ecuaciones.
—¿Me vas a dar chocolates? — continuó, dando un brinquito y sonriendo.
—¿Me vas a dar tú chocolates a mí? —volví a atacar.
Hizo un puchero de inconformidad, mirándome con cierta molestia. Verdaderamente, adoraba molestarlo para después llenarlo de mimos y abrazos".
—¿Trajiste más? —el brillo alegre seguía en sus ojos.
—¿Eh, qué? —sacudí mi cabeza, saliendo de mis pensamientos.
—Bombones, ¿trajiste más?
Sin esperar mi respuesta, se lanzó sobre mi mochila, pero logré apartarla a tiempo.
—¡Alto ahí, bestia hambrienta!
Coloqué la mano libre en su pecho, alejándolo un poco. Me miró con una sonrisa.
Y algo me golpeó.
Mi vista se nubló, pero no hubo ningún golpe. Al menos no físico. Fue un golpe en el corazón.
Esos segundos, ese momento, esas sonrisas...
Era como si todo estuviera bien, aunque la realidad fuese diferente.
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ᴜ ɴ ᴛ ɪ ᴛ ʟ ᴇ ᴅ #1
Short Story"Si todo el tiempo pasara, Quisiera poder olvidarlo todo, Las sonrisas, los momentos felices. No, en realidad, nos encontraríamos en otra vida. Y te amaría de nuevo, igual que antes." Untitled, G-Dragon