Boruto es un adolescente de emociones disparadas y, en su búsqueda de encontrar a una persona especial, se queda eclipsado por un muchacho que vive en otra ciudad. Su único medio de comunicación es un chat social, al menos hasta que Boruto decide av...
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Esa noche se conectaba Mitsuki.
Boruto se tambaleó de un lado a otro, encandilado, y encendió su ordenador para conectarse a la hora pactada. Estaba sentado encima de la cama con las piernas cruzadas, apretándoselas desde los tobillos con las manos por su viva emoción. Se le desbordaba el corazón cada que llegaba el fin de semana.
Llevaba comunicándose con ese tipo llamado Mitsuki desde hace cuatro meses. Aún no lo conocía en persona, pero si se desvivía tanto por el chat con él, no quería imaginarse cómo iba a reaccionar el día que lo viese cara-a-cara.
Mitsuki vivía en un pueblo del Sonido, y él, en el centro de la Hoja.
El trayecto de casa a casa era solo de dos horas en realidad. La distancia no era el problema principal sino el tiempo. Boruto estaba sumergido en la universidad y también en su trabajo parcial; mientras su amigo Mitsuki ya laboraba diez horas diarias en un negocio familiar para colaborar con los gastos cotidianos.
Boruto asumía que la condición económica de Mitsuki no era desahogada. Esa era una de las razones para no presionarlo con verse. Lo bueno se hacía esperar. Él estaba convencido de ello, por lo penoso que era para declararse.
Sintió la cara una fogata. Se ponía muy nervioso solo por pensar en algún día confesársele. Mitsuki le decía frases sugerentes o difíciles de no malinterpretar. No lo llamaba por ningún apelativo cariñoso, pero sí le lanzaba cosas como:
Eres un sol, Boruto, siempre que hablo contigo, se me ilumina el día.
Mi mundo sería más brillante si vivieras conmigo.
¿Eso no se le decía a un amigo? ¿O sí?
Tal vez se estaba ilusionando sin razón de ser, como el mata-ilusiones de Kawaki le decía cada que lo encontraba conversando con Mitsuki.
Escuchó la burbuja del chat y regresó la atención de inmediato a la pantalla. Ahí estaba Mitsuki, enviándole el emoticón de serpiente como saludo. ¡Cómo le gustaba! Todo lo que hacía Mitsuki le emocionaba a gran escala. Se abrazó por los nervios que le recorrieron el cuerpo y se apresuró en contestarle.
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