Boruto es un adolescente de emociones disparadas y, en su búsqueda de encontrar a una persona especial, se queda eclipsado por un muchacho que vive en otra ciudad. Su único medio de comunicación es un chat social, al menos hasta que Boruto decide av...
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Boruto revolvió su armario. Recién se percataba que no tenía ropa para eventos especiales. No había nada en su clóset que le pareciese decente. Sintió mareos ahí parado, al lado de medio vestuario regado entre el suelo y su cama.
Miró para la sección de Kawaki. Su amigo sí tenía gran cantidad de camisetas y pantalones geniales, no como él, que coleccionaba puros buzos y polos básicos según él por su comodidad, cuando en realidad vestirse deportivo era una estrategia para no pensar tanto en la pregunta que millones de personas se hacían en la mañana frente al espejo: ¡¿qué diablos me pongo?!
No iba a presentarse a una cita con su típico buzo gris con rayas rojas. Unas cuantas veces había intercambiado fotos con Mitsuki, donde lucía su atuendo de retrato, y si se aparecía con eso puesto, su crush iba a pensar que no le interesaba tanto ese encuentro cuando era absolutamente todo lo contrario. Estaba que se quemaba la cabeza por verlo y tenerlo cerca.
Revoloteó un poco más para encontrar alguna prenda perdida en el baúl de los recuerdos, pero solo confirmó que, en definitiva, no tenía vestuario para ese tipo de salidas casuales.
Su economía no estaba para despilfarrar en ropa y encima, todavía no le compraba un regalo a Mitsuki por Navidad. No iba a quedar como un impresentable cuando Mitsuki había tenido la delicadeza de invitarlo a la gran cena navideña en su casa, con TODA su familia y él sin un regalo de cortesía ni para ellos ni para Mitsuki, ¡y para coronase, con su mismo buzo de siempre!
Renegó. Le había pedido a su compañero de piso que no se metiese más en sus asuntos de amor, pero se rendía. No podía con esa presión, ni siquiera tenía experiencia y dejarle el resultado al azar era impensable para él. Quería dar una primera buena impresión.
Le gustaba mucho Mitsuki y no lo iba a estropear por ropa. Fue por Kawaki y lo despegó a jalones de los besos con su papá, tapándose la cara con una mano para no mirar.
—¿Qué quieres, enano? No presto dinero ni ropa —le avisó Kawaki apenas le señaló su parte del armario—. Ni siquiera te va a quedar, te saco casi 15 centímetros.
—No seas egoísta, ¡y casi todo te lo ha regalado mi papá!
—... cambia de chantaje, ese ya no me surte efecto —le dijo en burla. Boruto juntó las manos en súplica—. Déjame ver, pesado, creo que tengo algunas cosas que ya no me quedan —murmuró pensativo su amigo y le lanzó unas cuantas prendas a las manos—. Zapatillas y zapatos, no, la última vez que te presté mis tabas nuevas, me las devolviste rotas y me perdiste una plantilla.
—¡Fue un accidente, Kawaki, de veras!
Kawaki no se quedó a discutir con él y se fue pegando un portazo. Cada que su papá llegaba de visita sorpresa, este se olvidaba de su amistad y del mundo. Vaya amigo.
Al menos le había dejado buena ropa, ¡ya estaba cubierto en ese aspecto!
Faltaba el regalo. Ya había pensado en primero comprar uno de sus postres favoritos para compartir en la cena, y también regalarle a Mitsuki una alcancía de serpiente.
