Prólogo

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21 de Diciembre, 2005

La niña de ojos azul brillantes miraba por la gran ventana el inmenso jardín de su casa. Sus padres se encontraban discutiendo en el salón. Y ella prefirió no involucrarse.
Tenía diez años y las cosas en casa empezaban a ponerse peor.
Exactamente hace algunos meses las contantes peleas habían empezado. Ella no tenía idea de lo que pasaba.
Ella tomó su pequeño cuaderno. En donde dibujaba los hermosos paisajes que sus ojos veían. Sus manos trasmitían la angustia, el miedo y la soledad que sentía en aquella enorme casa.

Sus padres no le prestaban la suficiente atención. Ni el cariño que ella merecía.
Y eso a ella no le importaba, siempre y cuando sus padres sigan a su lado, aún si no la tomaban en cuenta.

Alexa sabía que sus padres no la querían. Pero jamás la habían lastimado. No físicamente.
Aunque si con las palabras de su madre.
Ella lloraba cada vez que su madre la culpaba por alguna cosa que ella nunca hizo.
No tenía hermanos por lo que la niña crecía sola. Sin compañía.

Más que sus propios pensamientos y su cuaderno de dibujos en donde sus miedos y alegrías se plasmaban en cada hoja. Llenas de colores o en tonos oscuros.

La niña se acercó de nuevo a la ventana, suspirando miró al cielo complemente azul, suplicando una vez mas, que la soledad se acabe para siempre.




23 de Abril, 2020.

La mujer miraba por el enorme ventanal de vidrio que le mostraba la impresionante ciudad de Nueva York.

En una oficina del último piso del enorme edificio. En donde ella era fundadora y absolutamente dueña de todo.

Vestida con un elegante traje negro el cual marcaba a la perfección cada curva de su impresionante y espectacular cuerpo. Sus ojos azules miraron de nuevo el cielo. Como lo hacía cada mañana al llegar a su oficina.

El cielo azul marcaba uno de sus momentos más pacíficos de toda su vida. Al mirarlo ella encontraba paz y serenidad. Se perdía en sus pensamientos y recordaba todo aquello que la hacia feliz. Respiro hondo cerrando sus ojos sintiendo el aire puro entrar por su fosas nasales, soltando un suave suspiró sus ojos azules miraron de nuevo ese increíble lugar sin fin.

Un golpe en la puerta la hizo mirar sobre su hombro. Volvió a mirar el cielo mientras abría sus carnosos labios pintados de rosa pálido y contestaba con un fuerte "Adelante" con su cálida y hermosa voz. Una voz firme y melodiosa.

- Disculpe la interrupción señorita Alexandra, pero los nuevos inversionistas acaban de llegar- Hanna su secretaria mencionó con vergüenza por tener que interrumpir a su jefa. Se encontraba en la puerta y en sus manos tenía una libre con notas.

Ella contempló de nuevo el cielo unos segundos y luego se dio la vuelta mirando hacia la chica, sonrió de lado al verla tan nerviosa.

-Pasalos a la sala de ejecutivos. En un momento iré- Sonrió. La chica asintió, disculpándose salió cerrando la puerta con delicadeza.

Alexandra se encaminó hacia su escritorio, tomando su celular y un bolígrafo se dispuso a salir de su enorme oficina.

Sus empleados al verla pasar se levantaban para darle los buenos días. Ella sonreía y daba un pequeño asentamiento con elegancia.
Su forma de caminar era imponente.
Atraía las miradas de todo tipos de espectadores.
Causando sensaciones desde la envidia hasta más allá de la adoración y admiración.

Su secretaria la esperaba afuera de la sala. Cuando noto que se acercó, la chica se enderezó correctamente y le abrió la puerta con rapidez, Alexandra sólo dio un asentamiento y dio pasó para entrar a la enorme sala en donde doce hombres la esperaban.

Todos a su vez se levantaron saludándola. Ella se acercó hasta el primer asiento.
El hombre de su lado izquierdo le tendió la mano, ella lo miró y luego alzó la vista hacia sus ojos negros.

-Mucho gusto, Aaron Dave.

-Alexandra Rose.


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