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Para cuando el señor Tomlinson termina con sus asuntos laborales y regresa a la sala, Harry ya ha dejado de llorar. El color en su rostro ha disminuido hasta adoptar las tonalidades de la decencia y la despreocupación, una tranquilidad absurda que sirve como manta para cubrir lo que verdaderamente está ocurriendo dentro de sus entrañas, en el estruendo de su corazón, allí en dónde todo se agrieta y le duele y le hace sentir que en cualquier instante, en el menos oportuno, se terminará rompiendo en un sinnúmero de pedazos.

Espera poder sobrevivir, de todos modos. Espera ser capaz de aguantar al resto de la noche sin seguir torturándose con nada de eso y hasta, quizás, olvidarse de que Beverly alguna vez lo ha traicionado de la manera en la que lo ha hecho —cosa que viene siendo una tarea difícil, pero Harry por alguna razón tiene esperanzas de que podrá lograrlo tarde o temprano—.

Ha sido un tanto complicado tener que cambiar su semblante con rapidez, pero sus esfuerzos rinden frutos cuando el castaño no se da cuenta de la angustia que resguarda dentro de sí mismo. De hecho, parece bastante contento ahora que el correo electrónico ha sido enviado y ha podido volver con él, y Harry tiene que hacer lo posible por sostenerle aquella clara mirada que se centra en él y lo invita a trasladarse a otra parte de la casa con los platillos.

El señor Tomlinson tiene una enorme sonrisa en el rostro durante todo el rato, mientras habla y le cuenta que ha sido un alivio para él poder enviar aquellos archivos esa misma noche tomando en consideración lo importantes que son.

Harry lo escucha a media, quizás porque se distrae con esa fotografía de él y Beverly a la edad de siete años que hay colgada en la pared del pasillo, o tal vez porque se fija en que el padre de su antigua mejor amiga ya no tiene la chaqueta negra puesta, y en cambio, lleva solamente la camisa, con las mangas acomodadas en los codos, sin corbata y los primeros botones desechos en una comodidad que ya le ha visto portar en unas cuantas ocasiones, pero que ahora le causan este sentimiento extraño que decide interpretar como incomodidad, o remordimiento.

Sí, el remordimiento queda mejor. Remordimiento por mentirle en la misma cara, por rehusarse a hacerle frente a esa realidad que tarde o temprano tendrá que enfrentar, por retrasar esa verdad que se le clava en el alma y que eventualmente saldrá a la luz incluso si prefiere que permanezca en la oscuridad por el resto de su vida, hasta que se convierta en nada más que un recuerdo de algo que sucedió hace mucho tiempo, algo que no puede ser cambiado, algo que ya no le duele ni lo lastima ni lo hace sentir como si se fuera a morir en el siguiente segundo.

—Cariño, ¿me estás escuchando? —pregunta el castaño de repente, reventando inesperadamente la burbuja en la que Harry se había metido por su propia cuenta.

Le ha colocado una mano en el hombro para llamar su atención, y por la manera tan consternada en la que ahora lo mira, el muchacho no puede evitar cuestionarse cuánto tiempo estuvo sumido entre sus pensamientos.

Debe haber sido mucho, porque no tiene ni la menor idea de cuál es el tema de conversación.

—Huh, disculpe, me distraje un momento —se excusa en un murmullo, bajando la vista hacia el brazo que se conecta con la mano que todavía sigue sobre él.

Las venas sobresalen de un modo u otro a lo largo de la extremidad, resaltando entre la tenuidad leve de su tez. Hay cierto cosquilleo formándose justo en donde sus dedos tocan aún por encima de la ropa, como una especie de corriente eléctrica lo suficientemente débil como para no hacerle daño, pero lo bastante presente como para volverlo consciente de ello.

—¿Qué estaba diciendo? —curiosea él entonces, retomando la palabra y apartando la mirada para enfocarla nuevamente en el hombre que se ha quedado en silencio mientras se perdía una vez más.

How to be a heartbreaker ✦ larry au! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora