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Harlem – Manhattan (New York) – Estado de New York, 13 de diciembre de 2019. 07:05

Desde regreso de Alec del hospital la rutina en la casa Lightwood había sufrido unos cuantos cambios. Después de tener a su hermano junto a él prácticamente todos los días de su vida, enfrentarse a un Alec herido, débil y en una cama de hospital era realmente impactante para Max.

Para muchas personas una historia de terror hablaba de leyendas como el coco, la llorona, el hombre de la bolsa; sin embargo, Max estaba seguro que ninguna de ellas se podría comparar al verdadero horror que sintieron Izzy y él cuando Alec no volvía a casa... O peor aún, cuando al día siguiente, por la tarde, Izzy recibe un mensaje de nada más y nada menos que del Detective Magnus Bane, quien hasta entonces había sido la última persona en ver a Alec.

Siendo honesto consigo mismo, debía admitir que tenía miedo cuando Alec no volvió esa noche, pavor en la mañana y finalmente pánico en la tarde cuando escuchó los sollozos de su hermana mientras decía bajito que estaba muerto.

Max escuchó estrepitosamente como las piezas que componían su vida se iban desmorando; sus ojos no veían, sus oídos se habían cerrado. Fue solo por alrededor de 30 segundos, tiempo que le tomó a Izzy tomar nuevamente el teléfono y descubrir que Alec realmente no había muerto, que estaba vivo, magullado, pero a fin de cuentas respirando, pero había sido el tiempo suficiente para descubrir que nunca quería pasar por eso nuevamente. De alguna forma, había entendido a sus hermanos por primera vez en su vida.

El vacío que consumió su corazón no era comparable a nada. Cuando sus padres murieron él era solo un bebé, no recordaba nada de ese momento. Desde que su mente fue capaz de retener memorias solo estaban sus hermanos: cantando canciones de cuna; enseñándole a usar los cubiertos para comer, no jugar; guiando sus primeras lecturas, aún recordaba sus acaloradas discusiones sobre por qué debía mirar dibujos cuando él quería terminar el principito, aún se enorgullecía de haber ganado en esa ocasión; incluso como usar el sanitario... Siempre estaban ellos.

Cuando a los 9 años había escuchado lo que les había pasado a sus hermanos, Max comenzó a tener algunas pesadillas esporádicas en donde se imaginaba un mundo sin sus hermanos, un universo donde habían muerto en el cautiverio y había sido privado de sus ángeles. Recordaba el horror al levantarse y las lágrimas que en todas las oportunidades habían rodado por sus mejillas.

A pesar de ello, la sensación de realmente perderlo fue mil veces más abrumadora. Max siguió en estado de shock hasta esa tarde, mientras su hermana maldecía el tráfico camino al hospital.

Cuando vieron a Alec por primera vez en la habitación del centro médico su sensación previa estuvo lejos de mejorar. El estado de su hermano era deplorable, podía identificarlo precisamente porque le dijeron que era su hermano. Su blanca piel estaba llena de vendas y allí donde su pie era visible, grandes hematomas sobresalían, profanando su inmaculado color. Su cabello lucía seco y sin brillo diferente al hermoso y sedoso negro cabello que usualmente envidiaba por su perfección.

Recordaba haber gritado cuando llegó, un grito que sonó muy lejos de sí mismo, su mente seguía en blanco mientras se aferraba al costado de la cama con lágrimas secas sobre sus mejillas. Lo siguiente que recuerda es ver a Magnus, sosteniendo a Izzy con un brazo y colocando su mano libre en su hombro diciéndole "deben ir a descansar, yo cuidaré por un rato".

No sabía cuanto tiempo había estado allí, si era un día diferente o el mismo, solo que ignoró la preocupada mirada del moreno que casi doblaba su tamaño y se aferraba más fuerte a la sábana que sujetaban sus manos.

—¡Max, a desayunar! —La voz de Izzy lo trajo de vuelta a su cuarto en Manhattan. Con sus manos palmeó suavemente su rostro, inyectándose energía para saludar a sus hermanos, mientras se dirigía al nuevo comedor, el cuarto de Alec.

Quebrantado (MALEC) (PARTE 2 DE TRANSGRESIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora