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—Osea que ya lo sabes todo...  —La cara de Alec se dibujaba con una expresión que Magnus no creía poder descifrar, en sus ojos había tanto vacío que daba una ilusión de dolor y su cara se torcía en una rara mueca de desilusión y vergüenza. Su voz solo ensombrecía aún más la oscura pintura que representaba en ese momento, gruesa y casi como un graznido.

Sus hombros habían caído así como sus manos en la baranda de la silla.

—No exactamente —Afirmó Magnus con precaución, había empezado a entrar en territorio peligroso y era algo fácil de ver—. Revisé algunas cosas, más específicamente, cualquier información sobre Abraham. Sin embargo, no he investigado nada con respecto a ustedes... Lo investigué a él porque creí que así podía ayudar.

Magnus rueda lentamente la silla hacía Alec, que aún mantenía la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo y su cuerpo aún desgarbado en la silla. Con delicadeza toma una de sus manos que yacía colgando del brazal de la silla, pero Alec levanta su rostro, su expresión casi indescifrable, con su mano libre toma bruscamente la mano de Magnus y la quita de la suya.

—¡¿No se te ocurrió preguntar primero?! —grita con ira. Magnus se sintió herido por el rechazo del pelinegro. Llevaba 3 semanas siendo paciente sobre cuándo hablar con él, pensando en cómo abordar el tema, cómo ser de ayuda, para él y para sus hermanos después de lo que había alcanzado a descubrir. Pero se encontró a sí mismo ya cansado de caminar sobre filosas rocas con miedo a caerse.

—Por supuesto Alexander, ¿qué si te dijera: «estuve investigando al hombre que mató a tus padres, ¿quieres ver los avances?» el día que despertaste en el hospital, cuándo apenas y podías respirar? ¡Ni siquiera podías hablar! O incluso mejor, cuando te dieron de alta, cuando estabas en silla de ruedas por la gravedad de tus heridas.

De inmediato Magnus se sintió mal por lo que dijo. Alec desvió su mirada retornando a su versión inanimada en la silla, pero no sabía que más hacer, cómo hablarle para no herirlo. Verlo afligido era lo último que deseaba, sin embargo, entre más largas le diera a esa conversación, peor sería y no quería arriesgarse a lo que podría ser o incluso, podría perder. Había pasado casi un mes de esa situación y Alec estaba retornando a sus antiguas andanzas.

Por las malas, los hermanos habían descubierto a lo que se podrían enfrentar y no iba a permitir que volvieran a ponerse en la línea de juego solos, sin certeza de si volverían otra vez. La voz de Alec, esta vez plana y seca lo sacó de sus divagaciones —Lo sabes todo...

Magnus arrugó su entrecejo en una expresión de agonía al ver que el chico ya no buscaba su rostro, solo miraba por la ventana —No, como te dije, solo investigué a Abraham, no he mirado nada sobre ustedes. Sobre ustedes solo leía un viejo artículo de periódico de cuando aún estabas en el hospital, pero eso es todo: no expedientes, no declaraciones, no nada.

—¿Por qué? ¿No era lo suficientemente interesante? —Preguntó. Una sonrisa demasiado fría para si quiera iluminar su rostro se dibujó tenuemente en sus labios.

Magnus se acercó por segunda vez a Alexander y tomó su mano, esta vez con mayor fuerza. Alec no se movió —¡Porque quiero saber por ti, por ustedes...! —La última frase volvió la atención de Alec sobre Magnus— No te haré decir nada que no quieras, puedo preguntar, pero está en ti responder o no.

»Solo quiero dejarte clara una cosa, bajo ninguna circunstancia permitiré que me saques. Ya sabes las situaciones en las que te puedes meter y no tienes forma de controlar como será de aquí en más.

—Tenemos entrenamiento, ya conocemos nuestros errores, seremos cuidadosos —Replicó.

—No es un juego Alexander. Están entrenados, es cierto; pero el entrenamiento no sobrepasará a la experiencia real, que no tienes. No me importa qué me digas, te ayudaré con Abraham quieras o no. Y que te quede muy claro, no te estoy preguntando.

Quebrantado (MALEC) (PARTE 2 DE TRANSGRESIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora