Capítulo 2

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La marea era tan alta que apenas podía asomar su cabeza para tomar pequeñas bocanadas de aire. Todo se tornó calmado. Daniel, con los ojos casi cerrados, podía ver unas caras asomándose por encima de él, no los reconocía y no sabía en donde estaba.

     — ¡¿Donde estoy?! — Dice Daniel dando un salto y respirando tan rápido que parecía que ni respirara.

¿Donde estaba? ¿quienes eran ellos? Fuera lo que fuera ese lugar y fueran quienes fueran ellos, estaba asustado y ni sabía lo que pasaba.

     — ¿Quienes son ustedes? — Dice después de dar un largo respiro para calmarse ¿Que pasaba aquí?

     — Cálmate amigo, no te alteres.— Dijo un joven de pelo rubio hacia arriba, una chaqueta de Jean con las mangas rasgadas, una camisa negra debajo y unos jeans negros.— Sólo déjanos levantarte.— Dijo acercando sus brazos a Daniel.

     — No me toques... Aléjate.— Daniel se levanta de golpe, se les queda mirando y sale a correr.

Daniel, el siguiente de seguro ganador de la próxima maratón, había corrido tanto que ya no los veía. Mientras corría se encontró demasiados edificios y ruinas ¿donde coño estaba? No le importaba, seguiría corriendo hasta llegar a algún lugar seguro y conocido.

Era seguro que en cuanto llegara a casa, no saldría de allí jamás. Todo lo que había pasado últimamente lo dejó traumado.

Definitivamente cuando Daniel está asustado corre como si no hubiera un mañana. Pronto dejó de ver edificios ¿había una pendiente hacia abajo?... ¡Mierda! ¡no hay nada! Lo que había, no era una pendiente, era el mar, era el vacío. Daniel sosteniendose de un solo pie y balanceando las manos hacia adelante y atrás, veía su segura caída. Y como era obvio, cayó.

     — Teg, está despertando.— Dijo una voz femenina.

     — Oye, despierta.— Le decía Teg moviéndole la cabeza.

     — ¿Qué pasó? Me duele todo el cuerpo.— Dijo Daniel adolorido.— ¿Donde estoy?

     — Estás en el hospital, te caíste desde la calle al agua.

     — ¿Agua? ¿Por qué hay agua? — Decía Daniel mientras se incorporaba en la cama que de por sí se veía vieja y desgastada.

     — ¿No te has dado cuenta? Estás en una isla, la is...

     — ¡¿En una qué?! — Dijo Daniel saltando de la cama — ¿En una isla? ¿Co... como que en una isla?

     — ¿Eres neurótico? — Preguntó Teg.

     — No, no soy neurótico.— Dijo Daniel más calmado.

     — Entonces no te alteres. Estás en la isla de los olvidados.

     — ¿En la isla de los qué? — Preguntó Daniel confundido.

     — De los olvidados. Nos olvidaron y aquí nos recibieron. Bueno, Teg nos recibió.— Dijo la chica que estaba al lado de la cama señalando a Teg.

     — ¿Teg los recibió? — Preguntó Daniel sentándose de nuevo en la cama.

     — Sí. Somos jóvenes que nuestros padres nos dejaron, somos huérfanos o simplemente nos cansamos. Y pues hemos venido aquí.— Le dijo la chica a Daniel.— Por cierto. Me llamo August. Llegué en agosto y así me pusieron.

     — Y ¿no los han buscado? — Preguntó Daniel.

     — De seguro lo hicieron. Pero es caso perdido, aquí vivimos ahora y aquí nos quedamos. Además no podemos salir de aquí, así que...

Los OlvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora