❥︎ 𝙴𝚙𝚒́𝚕𝚘𝚐𝚘

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Dicen que nuestro destino está trazado desde el momento en el que llegamos al mundo. Unas veces, lo sigues al pie de la letra u otras tiendes a reescribirlo. Nunca sabes cuál es el caso en tu vida, lo único que sabes, es que has llegado hasta donde estás solo por ti.
Ya sea solo, acompañado, con la bendición de el de arriba o con la pura suerte, el chiste es seguir avanzando y no mirar atrás.

Hay veces que unos tienes mejor suerte que otros, otras veces, este te juega algo inesperado, cambiando tu suerte conforme pasa el tiempo.

Había tenido un pasado duro, ingrato con él. Quiso cambiarlo, no quería aferrarse a algo que lo acorralara en callejón sin salida, donde su única opción era tener una vida miserable, hasta que un día, muriera.

Parecía un total sueño su vida actual, una llena de alegrías, sonrisas, abrazos sinceros, muestras de amor y vidas llenas de alegría causadas por él.  Su vida llevaba la trama de un cuento de hadas, con más altos que bajos en su vida marital. Con más lagrimas de felicidad que de tristeza. Con sonrisas día a día en su rostro, sin ser amenazada en dejarla de mostrar.

Tenía más de lo que una vez deseo. Podría decir que su vida estuvo totalmente completa cuando unió su vida finalmente con el amor de su vida hace casi ocho años y la familia de esta lo incluyó, pero mentiría.

– Señorita, su padre acaba de llegar – anuncio una de las tantas mucamas.

– Gracias, en unos momentos bajo.

Se arregló un poco el cabello ya que un ladrido de la planta baja captó su total atención, seguida de muchas risas ingenuas y chillonas.

– Cariño, creo que tenemos un "pequeño" problema – Kawaki entró a la habitación un poco exaltado después de haber corrido por las escaleras.

Himawari suspiro, ¿tan temprano y ya estaban activos?, solo deseaba que su sentido del oído le hubiera jugado una mala pasada.

–  ¿De qué hablamos ahora?

– Un pequeño amigo peludo.

Por todos los cielos...

– Pero si le dijimos que no tendríamos un perro...

Antes de salir de la habitación, pasos apresurados, gritos divertidos y a la vez preocupados se hicieron presentes. Seguidos por el ladrido canino de un cachorro que entró de sorpresa a esa misma habitación, lanzándose sobre Himawari, quien casi caía del susto, pero fue sostenida por Kawaki.

Un perro pequeño, de alrededor dos meses, de raza pura en huskie siberiano estaba sobre el regazo de la mayor, mientras los pequeños la miraban con terror a la vez, ya que el aura de molestia de su madre era más que notoria.

– ¡¿Hikari...?!

– ¡El abuelo lo trajo! – se justificó la menor, de apenas unos tres años.

Naruto se asomó por la puerta, sabiendo que no le deparaba nada bueno en ese momento, pues conocía el verdadero temperamento de su hija y, parecía molesta, no se arriesgaría, no de nuevo.

– ¡¿Papá...?!, ¡¿Alguna explicación...?! – dijo entre dientes.

Kawaki solo podía mirar atemorizado la situación. No era tan tonto como para intervenir en un momento donde su esposa estuviera enojada.

– Bueno... verás... – el mayor titubeó – ¡Hikari dijo que quería un perro! – acusó – Y pensé: ¿por qué no dárselo el día de su cumpleaños?

– ¡Abuelito, te dije que mamá le había dicho a Hikari que no tendríamos un perro en la casa! – defendió Kazuki, el mayor de cinco años.

– Eso es cierto. Dije muy claro que no tendríamos mascotas aquí.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐂𝐔𝐋𝐏𝐎𝐒𝐎 • ᵏᵃʷᵃʰⁱᵐᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora