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Nuevamente se encontraba encerrada en el mismo espacio que su padre

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Nuevamente se encontraba encerrada en el mismo espacio que su padre. En aquella amplia oficina llena de silencio.

No le desagradaba ese lugar pero tampoco le gustaba estar todo el día encerrada ahí. Aunque solo fueran dos veces a la semana, el lugar se volvía asfixiante en solo cuestión de horas.

Solo era otro día aburrido, revisando papeles, ayudando en el negocio a su padre. El negocio que en cuestión de años se volverá suyo.

Largos suspiros emitía inconscientemente, mientras pasaba de una hoja a otra. Miraba a su padre de reojo y este hacia lo mismo. Era incómodo, su padre no es un hombre de pocas palabras y ella tampoco, al contrario, son conocidos por ser bastante parlanchines.

Era inútil rogar que sucediera algo interesante, en ese lugar no pasaba nada como eso. Si al caso, era una en un millón de posibilidades.

Nunca se imaginó que esa única posibilidad la experimentaría ella en carne propia. Y es que nunca espero realmente eso.

- Señor, ha llegado - anunció el secretario de su padre.

- Déjalo pasar, por favor. - confirmó el rubio - Te presentaré a alguien, Hima.

Llena de duda asintió. Podía esperar a cualquier persona, menos a la que entro por la puerta.

Elegante, recto, sin titubeos. Kawaki entró a paso firme a la oficina de su padre. Sonriente, saludo cordialmente a su mayor y con un beso repentino en la mano de la menor, se presentó.

- Kawaki viene para hablar de algunos negocios. Tal vez nuestras empresas puedan colaborar en un futuro.

- Espero de corazón que así sea. - agregó el de pelo bi-color.

Himawari solo pudo esbozar una sonrisa al salir de su trance inicial y procedió a presentarse. No era necesario, pero su padre no sabía que ellos se conocían.

La menor se sorprendió por lo fácil que sus contrarios comenzaron a llevarse bien. Era de esperarse, su padre siempre era muy amigable y es una muy buena persona. Eso le alegraba, le daba más confianza.
De vez en cuando ella también comentaba en la charla que estos tenían, pero se limitaba a escuchar.

Lo notaba, de vez en cuando Kawaki la miraba de reojo, ella también lo hacía. Era frustrante para ambos estar en una misma sala sin estar pegados el uno al otro, o sin siquiera hablarse con naturalidad.

Al cabo de unas dos horas de pláticas sobre negocios y todo eso. Su padre le pidió a Himawari que acompañara a Kawaki hasta la salida del edificio, ella aceptó gustosa.
Ambos se adentraron en el elevador, estaba solo, motivo por el cual, Himawari decidió romper el silencio.

- ¿Por qué no me dijiste que vendrías?

- Quería darte una sorpresa, ¿funcionó?

La de ojos celestes sólo sonrió de lado y se recargo en su acompañante.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐂𝐔𝐋𝐏𝐎𝐒𝐎 • ᵏᵃʷᵃʰⁱᵐᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora