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—El problema es que hay una clavija rota —dijo Giyuu con la vista fija en el interior del instrumento y una mano en la barbilla mientras que con la otra sostenía la tapa del piano. Frente a él y con las manos en alto y una expresión de espanto en el rostro, Tanjiro miraba atentamente cada uno de sus movimientos sin poder evitar sentirse culpable: acababa de romper el piano de su padre.

—¿Se puede arreglar? —preguntó con lágrimas en los ojos.

—Claro, yo mismo puedo hacerlo, pero necesitas comprar el repuesto adecuado. ¿Sabes dónde ir?

Tanjiro parpadeó un par de veces antes de admitir lo perdido que estaba en relación a esos temas.

—Nunca he comprado repuestos de pianos, profesor.

Giyuu lo miró un segundo antes de asentir con la cabeza. Así fue como los dos terminaron en un autobús rumbo al centro de la ciudad en busca del repuesto que necesitaban. El menor no salía muy seguido a lugares como esos; al menos no lo hacía en transporte público, eso estaba claro. Había errado de dirección varias veces y estuvo apunto de ser arrollado por un ciclista cuando salían de un almacén, por eso Giyuu había optado por llevarlo de la mano el resto del camino.

—Quédate aquí un segundo — le dijo luego de dejarlo sentado junto a una pileta mientras daba pequeñas lamidas a un helado.

Giyuu revisaba en su celular los lugares a los que ya habían ido y se preguntaba cuánto tiempo más podía seguir fingiendo que las cosas eran normales entre ellos. No le gustaba admitirlo, pero el abrazo del otro día había hecho estragos en su estabilidad mental y ahora apenas podía acercarse al menor sin sentir que estaba cometiendo un crimen. Una nueva dimensión se había abierto entre ambos; una dimensión en la que habían abrazos y estaba bien llevar a su alumno de la mano y que este reposara la cabeza en su hombro cuando viajaban en bus. Sabía el tremendo problema en el que se estaba metiendo y aun así, le parecía imposible dar marcha atrás, en especial cuando lo veía frente a sí, moviendo su lengua y sus labios sobre la paleta helada como si la vida se le fuera en ello.

—Profesor —lo llamó Tanjiro jalándolo de la manga de la camisa— aún no hemos entrado ahí.

El muchacho señaló una tienda con fotografías de instrumentos y artefactos electrónicos. Al final del pasillo y en medio de la sección de implementos para teclados eléctricos, encontraron la pieza que buscaban.

—¡Por fin! —gritó Tanjiro mientras corría a buscarla ante la mirada divertida de su profesor, quien se había quedado con el helado en la mano esperándolo en la entrada. Giyuu dio media vuelta para dirigirse a la caja a pagar, pero se quedó a mitad de camino al ver un rostro que conocía a la perfección.

—Shinobu... —dijo al verla entrar a la tienda.

—¡Giyuu! —contestó ella sorprendida; sin embargo, pronto la sorpresa dio paso a la alegría de encontrarse con su antiguo amigo en un lugar así— no te he visto hace casi un año, ¿cómo estás?

Lo abrazó por los hombros y él correspondió el gesto posando las manos en aquella espalda que conocía de memoria, pues en ella había aprendido lo que era amar a otra persona. No alcanzaron a decirse mucho más, pues justo en ese momento, Tanjiro llegó a su lado.

—¿Es todo lo que tenemos que comprar? —preguntó. Un segundo después se dio cuenta de lo que estaba pasando entre ellos— ah... disculpen. Lamento interrumpir.

—No estás interrumpiendo nada —contestó el mayor soltándose de los brazos de la recién llegada— Shinobu, él es Tanjiro, mi estudiante. Tanjiro, ella es... es una amiga.

—Quién diría que terminarías siendo profesor —dijo sonriéndole a Tanjiro. Luego, cubriéndose la boca con la mano, se acercó al oído de Giyuu y susurró— tu alumno es muy lindo.

La canción de TanjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora