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Como en todas las ocasiones en las que se había visto incapaz de decidir por su cuenta, había recurrido a ella. A esas alturas, y con lo mucho que ambos se conocían, A Giyuu no le daba vergüenza admitir que Shinobu lo había ayudado a dar algunos de los pasos más importantes en su vida: le enseñó a amarrarse los zapatos y hasta le dijo por quién votar la primera vez que tuvo que hacerlo, le ayudó a decidir la carrera que estudiaría y eso solo por nombrar algunas. Ese día esperaba que lo ayudase también.

Eran las tres de la tarde y los alumnos salían de la escuela a paso lento y charlando unos con otros. Algunos habían notado la presencia de un hombre extraño frente a la reja del establecimiento, otros simplemente habían pasado de él. Giyuu sabía que ella trabajaba ahí y que no sería del grupo de los que simplemente pasarían sin verlo, pues no importaba el tiempo que pasara ni el estado de su relación, siempre habría una pared sobre la que recargarse a esperar que el otro saliera de clases como en los viejos tiempos.

Shinobu llegó con el cabello suelto y unas cuantas carpetas en los brazos que por poco se cayeron al suelo cuando vio quien esperaba por ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó extrañada y mirando en todas direcciones en busca de alguien más que justificara su presencia ahí, pero su amigo de la infancia, su ex novio y ex prometido, estaba solo.

—¿Tienes tiempo para hablar? —preguntó— te prometo que no tardará mucho.

—Pensaba ir a comer algo antes de volver a casa —dijo; un segundo después, Giyuu le mostró la bolsa de papel con algo que parecía comida y olía como el mismo cielo que sostenía en la mano— tú si que piensas en todo.

Ambos amigos, quienes habían compartido mucho más que el amor por la música, ahora se miraban con nerviosismo en la banca de un parque mientras sostenían entre las manos un bollo dulce relleno con mermelada de frambuesa sin saber muy bien qué decir. Ella porque no entendía qué estaba pasando, él porque hasta entonces no había sido capaz de organizar las palabras.

—Eres la persona que más me conoce —comenzó a decir él— y creo que también eres en quien más confío a la hora de tomar una decisión sensata.

Shinobu le dio un gran mordisco a su bollo mientras escuchaba. Llenarse la boca de comida era una gran estrategia para no tener que hablar.

—Por eso, quisiera que me des un consejo.

—Giyuu... —le dijo con lástima una vez hubo tragado— si los consejos sirvieran de algo, la gente los vendería.

—Los tuyos sí que sirven.

—Te aconsejé estudiar música y te convertiste e un ermitaño obsesivo.

—Pero también me pasaron cosas buenas por eso —la corrigió. Un instante después se dio cuenta de lo que Shinobu acababa de decir sobre él, pero ya era demasiado tarde para molestarse— gracias a la música conocí a Tanjiro.

—¿Ese chico con el que estabas la última vez? —preguntó— ¿de eso quieres hablar?

Él asintió con la cabeza mientras permanecía con la mirada baja.

—¿Quienes un consejo sobre relaciones? —preguntó nuevamente— sabes que no he salido con muchas personas después de que terminamos.

—Nosotros no... —comenzó, mas se detuvo al darse cuenta de que no sabía del todo cómo continuar esa frase— no estamos saliendo.

—¿No? —se extrañó Shinobu y se limpió las migajas con una servilleta— creí que ustedes eran novios. Deberías pedirle que sean novios entonces.

—¿Por qué pensaste eso? —preguntó él esta vez.

Shinobu había pasado totalmente por alto el hecho de que Tanjiro fuera mucho menor que él y en cambio, se quedó pensando con la mirada perdida en el cielo antes de contestar.

La canción de TanjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora