|IV: ELOISE|

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|Eloise|

Se identificaba de sobremanera con esas personas que pensaban por demás. Un mal hábito que le costaba las sanas horas de sueño. Todavía podía escuchar la voz Andrew Grove cuando aún asistía a Hogwarts; Debes dejar de pensar tanto y divertirte un poco, Riddle, sal con una chica, pasen el tiempo juntos, despeja tu mente. Si sigues así de maniático, morirás.

Y sabía con exactitud lo orgulloso y arrogante que se pondría su amigo cuando sepa que no ha pegado un ojo en toda la noche, no por trabajo, sino por una chica. Fueron incontables las veces que el colchón fue testigo de los giros que daba sobre él, y la almohada de los gritos y balbuceos debajo de ella. Las paredes oían cada una de las teorías que su cabeza creaba, y la libreta de dentro de su mesa de noche fue su fiel confidente al anotar sus razones por la cual no podía dormir. Todas mentiras.

Incluso una jovencita–mayor que él–ha leído parte de su problema cuando la carta en busca de ayuda cayó sobre sus piernas. Claro está que Tom Riddle buscaba ayuda de otra persona; Leonard Pussett. No de su hija. Ni siquiera sabía que tenía una, mucho menos que había muerto poco después que él. Pero la jovencita parecía estar dispuesta a ayudarlo en todo lo que necesite en honor a su padre.

Un llamado lo sacó de la milésima vez que daba vuelta sobre el colchón, y se rindió en la búsqueda del sueño para emprender marcha hacia el otro lado del pasillo. La carta de Eloise Pussett–bastante desprolija a decir verdad–cayó al suelo cuando se quitó el edredón de encima, desparramando las hojas entintadas por debajo de la cama. Apoyó los pies desnudos sobre la madera negra–porque por supuesto todo era de ese color en la mansión–, disfrutando de la fría temperatura que se asemejaba a la de su cuerpo. La volvió a escuchar gritar su nombre, tan sugestivamente que le hacía perder la cordura.

— ¿Qué se supone que hace? —Soltó cuando la vio de rodillas enfrente de la bañera, moviendo sus brazos con desesperación.

Su cabello estaba atado en un rodete que dejaba escapar pequeños mechones que cubrían parte de su nuca, y la camisa dejaba vislumbrar las curvas de su cuerpo, al igual que sus bragas floreadas junto una pequeña mancha de sangre en el interior de su muslo.

Y los calambres en su vientre se hicieron presentes nuevamente.

—He manchado las sábanas y ya no sale agua— informó frustrada, girándose hacia él para observar su reacción—. Lo siento...

—Déjelo, se ocupará Eloise.

Contrajo el rostro cuando los finos labios del mayor soltaron el nombre de otra persona, preguntándose internamente si se trataba de la señora de la limpieza, aunque le parecía por extremo raro el que la mansión se mantenga en condiciones deplorables si tiene a alguien para que se ocupe de ella. Además, le costaba trabajo imaginar a alguien que sea capaz de soportar a un niño tan insoportable como lo era Riddle. Y se compadeció de aquella persona por hacerlo.

—No me parece correcto que otra persona lave la sangre de mi menstruación, deseo hacerlo yo misma. Solo necesito que usted encuentre el fallo en las cañerías.

—No lo haré.

—Tom—suplicó—, debo lavarme...

—Sí, tiene sangre en el muslo.

Gimió tirando de la camisa hacia abajo, cubriendo sus muslos a la par que cerraba las piernas. Sus mejillas pecosas estaban por extremo sonrojadas, e incluso Tom pudo vislumbrar como sus ojos brillaban de vergüenza, conteniendo unas cuantas lágrimas que se habían acumulado por reacción involuntaria de su cuerpo.

— ¡No me mire!

—Es solo sangre

— ¡Es asqueroso!

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