|XX: CLASES|

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|Clases|

Los consiguientes meses fueron un infierno para la más pequeña de la estancia, los ojos boscosos no se alejaban de cualquier cosa que hacía o decía, siguiendo tanto sus acciones como sus pensamientos. No se topaba con nadie que no fuese su «tutor» o su institutriz, y si deseaba ir al baño el primer nombrado la esperaba en la puerta de su habitación.

La vigilaba como criminal. Tal y como deberían de haberlo vigilado a él.

Luego de dos meses del suceso las cosas comenzaron a calmar para su fortuna, a veces olvidaba seguirla dentro de los pasillos o cerrar la puerta azul claro con llave, y esos eran los momentos que aprovechaba para tomar aire pues extrañaba el jardín y la compañía que traía consigo llevar una flor hacia su cuarto.

Asomó la cabeza por la puerta de su habitación cuando se aseguró que las luces de enfrente se habían apagado hace una hora y corrió escaleras abajo con los pies desnudos y la lluvia acompañándola mientras azotaba los cristales hasta llegar al cuarto detrás de la cocina. Runa Bridgerton tenía muy en claro que peligraba al incumplir las órdenes de Riddle. Pero a pesar de todo no le importaba.

— ¿Runa?

—No veo nada, Ian… ¿Puedes prender una vela?

Enseguida se iluminó enfrente suyo el cabello dorado, tan pulcro como su rostro perfilado. Entregándole dos frasquitos que contenían las hierbas que le había encargado en uno de sus encuentros anteriores. La tomó de la mano para halarla y correr debajo de la lluvia hasta refugiarse en un viejo cobertizo a las afueras de la estancia donde frecuentaban pasar las madrugadas.

Mientras Runa Bridgerton pasaba los dos meses encerrada dentro de la mansión, Derian Villin se enfocó arduamente en el manejo de ciertos hechizos que todavía no dominaba a la perfección pero que si quería cumplir su cometido hacía la menor, debería de hacerlo, tal y como lo era la «aparición». Durante semanas leyó las notas que ella le dejaba en el vivero, disculpándose por el comportamiento de su raptor y lo mal que la estaba pasando en sus clases con Dorcas y el maltrato de ambos.

Deseaba sacarla de allí.

El tacto con Tom Riddle se volvió frío y distante luego de aquella tarde en la que casi la mata. Sus sentimientos la volvían un manojo de emociones sin sentido que no conectaban correctamente, de alguna forma se sentía atraída al trato rudo que le proporcionaba. Pero también la aterraba.

Cuando abrió los ojos se encontró con una Dorcas furiosa que se aproximaba a la mesa garabateada de forma veloz, al igual que lo fue el estruendo de la palma ajena colisionar en sus mejillas hasta entumecerle el oído derecho. No era la primera vez que la golpeaba, sus manos dolían cuando la azotaba con el apuntador y sus mejillas comenzaban a tener un rubor permanente debido al incontrolable carácter de la mayor.

—Vous m'écoutez? / ¿Me está escuchando?/

Se contuvo una vez más, asintiendo con los ojos enrabiados.—Oui, bien sûr. Feuille et plume, rien d'autre? /Sí, por supuesto. Hoja y pluma, ¿nada más?/

Su francés había mejorado desmesuradamente con tan solo un par de meses, impresionando no tanto para bien a su institutriz, a quién le costó tres años en «Académie de Magie Beauxbâtons» para poder hablar perfectamente el idioma. Claramente, el progreso repentino de Runa Bridgerton no llegaba a los oídos de Tom Riddle, ya que la encargada de hacer el informe del proceso era su maestra. Y para el desafortuno de Bridgerton, ella no era del agrado de Dorcas, lo que implicaba con constancia que sus errores resalten sobre sus logros.

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