T R E S

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A la hora de cenar, bajó a la cocina y se encontró a Raúl. Cada uno hizo lo suyo, como lo solían hacer para evitar la interacción y así las peleas.

Al ver que ya cada uno tenía lo suyo, subieron al cuarto y se sentaron en la cama frente a la televisión. Sara puso una serie, y sin hablar comenzaron a comer mientras veían atentamente.

Estas eran estrategias que fueron encontrando para intentar no discutir todos los días. Por lo menos hasta ahora les estaba funcionando, gracias a que comparten gustos en series y películas. Quien tuviese el mando de la televisión escogía que ver, y coincidían regularmente al ver las mismas series. De hecho, este acuerdo les permitía seguir viendo series en conjunto, ya que intentaban no ver capítulos por separado y así ir al día. Les sirvió bastante, porque en un momento dentro de sus discusiones intentaban adelantar capítulos para molestar más al otro al momento de verlo nuevamente en compañía. Realmente Sara se sentía mal cada vez que recordaba estos incidentes. Las represalias eran ridículas, que tenían ¿17 años? Parecía que mientras más inmaduro fuese el desprecio, más parecía molestar al otro, y así se la llevaban. Era lamentable. Pero cada cierto tiempo lo conversaban e intentaban parar, llegar a acuerdos y volverlo a intentar. Nunca duraba mucho, y esta vez no parecía ser la excepción.

–Mañana debo ir a una reunión para cerrar un trato de unos componentes y una promoción que debo hacer, tal vez vuelva tarde. – dijo Raúl aprovechando el término de un capítulo y los segundos que se demora en ir al siguiente.

–No hay cuidado. Espero que te vaya bien. Yo también saldré tarde, y probablemente vuelva cerca de la media noche.

–¿Cerca de la media noche? – preguntó más molesto e intrigado de lo que quiso sonar.

–Sí, saldré a un bar con una amiga. Y la verdad ese es el plan, pero ya veremos si nos quedamos ahí o luego compartimos en otro lugar.

–¿Con una amiga a un bar?

–Sí, Raúl. Eso fue lo que dije. – detuvo el capítulo y volteó a mirarlo. Esta conversación parecía alargarse. – ¿Tienes algún problema con eso?

–Problema no, sólo curiosidad. – intentó suavizar el rostro, pero seguía con el ceño medio fruncido. – Siempre oía que te quejabas porque tus amigas sólo querían ir al centro comercial o lugares amigables con bebés, y ahora de repente una te invita a un bar.

–¿Qué intentas decir? – ahora ella se estaba molestando.

–Sólo digo que me parece raro. Nada más.

–¿El que quiera ir a un bar con una amiga?

–El que de la nada aparezca una "amiga" que quiera ir a un bar y te invite.

–¿Por qué dices "amiga" en ese tono? Que sugieres, macho. – definitivamente se había mosqueado.

–Quizás podrías haber dicho su nombre en lugar de "amiga". Ese anonimato es sospechoso. ¿O es que aún no te inventas un buen nombre que encaje con tus amigas reales ni que yo pueda conocer?

–¿Es en serio, Raúl? – ella se levantó de la cama, y se inclinó dispuesta a gritarle.

–Vamos, veamos qué nombre se te ocurre. – la miró con cara burlona.

–Si te fuera a engañar no te lo diría, gilipollas. – dijo alzando la voz mientras caminaba a la puerta. Odiaba insultarlo, pero a veces la sacaba de sus cabales y no lo podía evitar.

–¿Entonces si has pensado en engañarme? – el también subió la voz.

Sara abrió la boca para hablar, pero decidió callar. Sostuvieron la mirada unos segundos, con el ceño fruncido y los ojos en llamas. Luego ella desistió. Suavizó el rostro para mantener una mueca neutral, sin dejar de observarlo.

Mi lugar | Sara bjeanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora