Lovely, sinrin

o n e

—Soy Eunbi.

—Soy Yerin.

Las dos se miraron de los extremos opuestos de la caja, sus manos tocaban el cristal y recorrían el cuadrado donde se encontraban.

—Esto... ¿Tú... Tampoco recuerdas nada? — preguntó Yerin con cierta timidez, acomodando su cabello detras de su oreja, cosa que hacía cuando se ponía nerviosa, la menor no había necesitado mucho tiempo para darse cuenta de aquello.

—No— respondió la otra, sus ojos fueron hacia el exterior, a la oscuridad, algo de luz escapaba de la caja y se reflejaba en el suelo, de un sucio color gris, podía ver las grietas.

—Pues, te veo muy calmada para esta situación— Yerin sonrió de forma temblorosa, sus manos temblaban aún más, estaba por entrar en pánico de nuevo de pensar en aquel extraño encierro y situación.

Eunbi la miró con expresión fría e indecifrable, habló con la misma frialdad.

—En situaciones como estas, una tiene que estar nerviosa por las dos, y otra calmada por las dos.

Yerin la miró sin saber qué decir.

—Si las dos estuviéramos en pánico, esto sería una batalla a muerte— continuó la menor—. Y si las dos estuviéramos calmadas esto sería un aburrimiento mortal.

Sus ojos se conectaron un momento, y Eunbi pudo ver el segundo en que Yerin comprendió y aceptó la verdad.

—Tienes razón— murmuró, mientras continuaba caminando, Eunbi la siguió, continuando la distancia que las separaba.

No supieron cuánto tiempo continuaron haciendo eso, simplemente pareció eterno.

—¿Cuánto tiempo crees que haya pasado?

Yerin tragó duro, su vista fue al suelo.

—No lo sé... — murmuró—. Me da miedo todo esto, ¿Sabes?

—Es comprensible— dijo Eunbi—. También tengo miedo.

—Lo llevas mucho mejor que yo— comentó Yerin con una sonrisa temblorosa, sus manos volvían a agitarse—. No sé nada, ni dónde estoy, ni cómo llegué aquí, ni cuánto tiempo pasó... Estoy aterrada.

Eunbi la miró temblar, se acercó a ella despacio, colocó sus manos sobre sus hombros, y Yerin la atrajo hacia si y la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho, mientras su cuerpecito se agitaba por el llanto y el miedo, Eunbi la abrazó de regreso, frotando su espalda, dejándola descargar todo lo que necesitaba sobre ella.

Los ojos de la menor miraron hacia la luz cuando notó que ésta comenzó a ser cada vez más tenue, vió el lugar oscurecer, y todo tomó un color un poco más azul y apagado.

Cuando la mayor se apartó del abrazo y encontró todo más oscuro abrió sus ojos con espanto.

—Con calma— murmuró Eunbi, llevó sus pulgares hacia sus mejillas, y limpio sus lágrimas—. Deben anunciarnos que es de noche, deberíamos dormir.

—¿Quienes? — preguntó Yerin.

—No lo sé... Pero debe haber alguien detrás de todo esto, ¿No crees?

Yerin asintió, se apartó de las manos de Eunbi, miró en todo el interior de la caja, donde no había nada más que suelo.

—Supongo que tendrá que ser en el piso— murmuró, y simplemente se recostó allí, Eunbi se recostó cerca, mirando hacia arriba, hacia el infinito vidrio de más paredes que no terminaba de crecer.

—Desearía que fuera una cama— murmuró la menor, y la contraria asintió.

Y como si la hubieran escuchado, el duro suelo se hundió ligeramente en la suavidad nueva de lo que se sentía como un colchón, ambas miraron alrededor con algo de sorpresa, y al voltear, un par de almohadas igual de blancas las esperaban, las tomaron con algo de duda, pero en verdad eran simples almohadas, que terminaran acomodando debajo de sus cabezas, Yerin medio abrazándola.

—Eunbi...

—¿Sí?

—¿Puedo tomar tu mano?

La mayor extendió su mano hacia la de ella, tomándola con suavidad, era pequeña, suave y podía definirla como esponjosa.

—No sé cómo iremos a despertar mañana— murmuró Yerin—. Pero no quiero perdete, al menos no estoy tan sola...

—Tranquila, Yerin— dijo la menor, su voz grave sonaba casi inmaculada, imperturbable—. No pienses en esas cosas, sueña un poco para escapar un rato, seguiré aquí.

Yerin sonrió, por primera vez, con más seguridad.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana, Yerin.