Pasaron algunos días desde la visita de Franco, en los siguientes días todo fue aburrimiento y tristeza, desde que la depresión formó parte de él no se quejaba.
Se encontraba cosiendo una de sus camisetas, se había roto cuando estaba secandola. Hace mucho que no salía a comprar ropa, siempre pensó que no tenía estilo o buenos gustos para eso y le resto mucha importancia. Deseaba ser cómo las demás personas que se vestían lindo, él no entendía cómo diablos lo hacían. Tenía miedo de parecer payaso al usar ropa de diferentes colores sin combinaciones o que no tenga etiquetas de marcas.
Suspiró al terminar de coserla, se acostó en el suelo y se quedó mirando el techo. A veces le gustaba andar sin camisa ya qué nunca venía nadie y así estaba algo cómodo, pero no le gustaba su cuerpo, no tenía un abdomen marcado cómo los demás y sentía que sus costillas ya podrían verse.
—¿Me veré cómo una lagartija? —Se preguntó a sí mismo, siempre se preguntaba cómo se veía él en otros ojos ajenos, quizás más feo u horrible.
Se acomodó en el suelo, quedando de lado, pasó su dedo índice haciendo movimientos circulares en el liso y duro suelo.
Poco a poco fue sumergiéndose en sus pensamientos más profundos, quería usar lentes, gafas de sol, brazaletes o cualquier cosa de adorno, pero parecía no ser de su agrado. No tenía buen gusto en aquellas prendas.
Tocaron a la puerta e inmediatamente se levantó y se puso la camiseta que cosió. Se encaminó a la puerta y la abrió solo un poco, lo suficiente para que su ojo izquierdo pudiera ver.
—Hola Alejandro. —Saludó Franco—. ¿Qué haces? ¿No trabajas hoy?
Alejandro negó y abrió la puerta para dejarlo pasar.
—No hago nada y hoy no trabajo, día libre. —Respondió sin ganas—. ¿Y tú qué cuentas y a qué se debe tú visita?
—Pues nada, solo quise verte y charlar contigo. —Le sonrió.
—Ah vale, pero no hay nada de que hablar. —Tomó asiento en su sofá y Franco lo imitó.
—Entonces, ¿Quieres salir a comer o quieres ver una película conmigo, aquí? —Le preguntó mirándolo fijamente.
—No quiero salir, no me gusta. —Miró hacía otro lado.
—Vamos, anda. —Le agitó el brazo—. Solo vístete y vamonos, te cargo si quieres.
Alejandro negó y se dejó caer al sofá esperando que Franco se fuera.
—No sé que ponerme. —Soltó, ganándose el asombro del contrario.
—¿Quieres decir que andas desnudo en tú casa? —Alzó la ceja.
—No, solo qué no sé vestirme. —Explicó.
—¿Puedo ir a tú habitación?
Alejandro asintió, quizás lo ayudaría en algo. Franco se fue a la habitación y volvió con unas prendas.
—De qué no tienes ropa es mentira. —Le mostró una franela azúl y un pantalón negro—. Te queda bien esto.
El menor lo miró y negó haciendo una mueca.
—No, no creo. —Suspiró—. Mejor sal tú a pasear, yo no tengo ganas.
Franco solo se extrañó por el cambio repentino de él. Su teléfono sonó y fue a responder.
—Aló... Nada... Sí, pero no quiso... Creo que sí, dentro de dos horas o tres... Sí... Vale, adiós. —Franco colgó.
Alejandro lo observó y decidió preguntar por la llamada.
—¿Quién era?
—Mi hermano, preguntó que qué hacía y sí salí a algún lado. —Respondió—. Oye, ¿No quieres ir a mí casa a comer? Dormiremos juntos y haremos lo que quieras, mí hermano no será molestia. —Ofreció y Alejandro negó.
—No quiero, no vaya a ser que tú hermano se ría de mí.
—¿Por qué lo dices? No entiendo, ni siquiera lo has visto y-
—Solo no quiero Franco. —Interrumpió Alejandro—. Apenas, y de milagro, tú eres la única persona con la que habló.
—Pero...
—Franco, vete, hablamos otro día. —Pidió Alejandro, se había frustrado y estaba a punto de sacar a Franco a patadas si fuese necesario.
—¿Ah, me estas echando? —Alejandro negó.
—No, solo quiero estar solo hoy. —Dijo serio.
—Pero...
Alejandro le señaló la puerta y Franco frunció los labios y se fue. Dejando caer un pedazo de papel. Cuando la puerta se cerró, el menor puso el seguro y recogió el papel, leyendo unas palabras: «Mí número, para que estemos en contacto...», miró el número y pensó que sería inútil; pero de todos modos lo guardó.
Se fue a la cocina y se preparó algo de comer. Alejandro se sentía mal y no sabía lo que hacía, sentía un escalofrío y su piel picaba un poco. Se soltó el pelo y se rascó la cabeza.
Estaba estresado consigo mismo.
Cuando terminó de cocinar, apenas comió un poco y se fue a su habitación. Tumbandose sobre su cama y deseando que su casa se incendiara o que muriera dormido.
No sabía sí era odio, frustración o celos lo que sentía, aunque los celos solo eran porque veía a personas felices y él aún no lograba encontrar su felicidad. No comprendía cómo Franco aún quería ser su amigo, eran tan diferentes.
Rechazó la invitación porque jamás había salido y nunca antes había estado en otra casa que no fuese la suya. Tampoco quería ser el ridículo por su forma de vestir o su cara, no quería burlas y mucho menos del hermano de Franco.
Sin que él se diera cuenta, empezó a llorar, maldiciendose a sí mismo. Se quería arañar la cara pero no quería que Franco volviera y lo viera así, no quería contar su problema por miedo de no ser escuchado o que le reste importancia.
Si tan solo pudiera comprar algo lindo para él, un collar o unos lentes. Quizás no se sentiría tan feo con aquellos adornos, porque los únicos adornos qué tenía eran sus ojeras, cicatrices y sus lágrimas.
Y sus amigas: la soledad y depresión con baja autoestima. Sin mencionar las etiquetas y los requisitos para ser lindo.
ESTÁS LEYENDO
Mrs. Potato Head [Staxxby]
Fanfiction# 3 - staxxby (05/10/2021) # 4 - staxxby (04/10/2021) "Debes ser atractivo, a nadie le gusta un chico flaco o con cara horrible". Recordó aquellas palabras, haciendo eco en su cabeza.