Capítulo 1. Aux Champs Elysées

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31 de Diciembre 2022, 23h15

El espectáculo de media noche en los Campos Elíseos acaba de comenzar. Este año el público parisino ha sido bastante mimado. El Arco de Triunfo parece tomar vida con las imágenes proyectadas que parecen jugar al gato y al ratón en torno a la plaza de l'Etoile. Por la primera ocasión en mucho tiempo, una novedad atrae los aplausos eufóricos, algo raro para una asistencia ya aburrida de ver lo mismo cada vez. La sorpresa es que un batallón de artistas, parecen flotar en el aire, en algo parecido a una danza de ángeles o superhéroes de capas multicolores. El ruido de los infaltables fuegos artificiales se fusiona con una variedad musical de lo más diversa. Es un zigzag entre sonidos de música clásica y electrónica, alternando con aquellos éxitos inolvidables de los años 80, 90 y hasta la banda sonora de la peli Amélie Poulain.

Kevin Letailleur vive a unas calles de allí, en la avenida Victor Hugo. Su apartamento duplex ubicado en el último piso brinda una vista inigualable de la Torre Eiffel y el Arco de Triunfo. El es un médico neurocirujano y estrella del momento en la prensa y redes sociales. Hace cinco años, durante su jogging dominical en el bosque de Boulogne, había encontrado un youtuber transmitiendo en directo sus peripecias acrobáticas en moto. El pobre se encontraba en paro cardiorrespiratorio luego de una horrible caída. Kevin le proporcionó los primeros auxilios, que lograron resucitar, mientras el ojo testigo del teléfono móvil del "camarógrafo" seguía grabando el suceso. Centenas de miles de followers acudían sin querer a la escena.

Unas horas después, Kevin volvió a salvarle la vida en el quirófano en una delicada cirugía cerebral. Eso fue suficiente para que un efecto de vasos comunicantes ocurriese. La popularidad del motociclista se derretia como nieve bajo sol de verano, por culpa de su acto imprudente, y mientras tanto, Kevin Letailleur se iba convirtiendo en el preferido de los programas de televisión y de toda la blogosfera. Cuando aparecía en pantalla, no solo comentaba sobre su experiencia en el área médica, opinaba sobre la actualidad del mundo en general, incluyendo la política. Todos querían saber lo que el corredor dominical tenía que decir.

A sus treinta y siete años, la situación le venía bien. Gracias a ella podía sus penas, luego de la dolorosa separación amorosa que a sus treinta, había roto mucho más que su pareja. De carácter afable y con facilidades para hablar en público, tenía también un físico agradable gracias a su estilo de vida saludable. Sin ser tampoco un Adonis, ni tener la pinta de un galán de cine o telenovela, lideraba el podio en todos las encuestas de la prensa rosa, convirtiéndose en el partido ideal. Eso era una hazaña para alguien de su perfil científico, quien se definió como un tipo cualquiera y además bastante torpe. Afortunadamente, sus manos tenían una precisión milimétrica, lo que era un requisito indispensable en su profesión.

Aquella noche de Nochevieja, a pesar de las altas horas, el gentío se agolpaba en las calles de su barrio. Kevin había tardado más en regresar desde donde trabajaba, que en realizar una corta cirugía de rutina. Una vez en casa, se echó pesadamente en su sofá mientras admiraba, como cada noche, los techos de París iluminada magníficamente. Luego se tomó su tiempo para contestar unos cuantos mensajes en las redes sociales. Le dió una llamada a su madre para desearle un Feliz Año Nuevo.

Cual gallo de medianoche, el intercomunicador interrumpió su conversación. Un chofer del hospital lo pasaba a buscar para una intervención quirúrgica de suma gravedad. El historial médico que acababa de recibir, tenía un sello en rojo marcando "Ultra Secreto". Tomó su abrigo rápidamente y se puso en camino con el mensajero.

El conductor del vehículo pudo escapar del congestionado sector rápidamente, las calles se habían comenzado a despejarse. Kevin ya cansado, terminó por caerse dormido en el auto. Aunque unos minutos más tarde, la velocidad del vehículo lo hizo despertar. Iban a más de cien kilómetros por hora en el boulevard periférico del norte de París donde la velocidad estaba limitada a setenta. En ese momento estaban a la altura de la puerta de la Chapelle, conectándose con la autopista A1. Le pregunto al conductor su destino, pues él casi operaba exclusivamente en hospitales dentro de París. El tipo poco hablador le respondió que la urgencia venía desde la India, que él no sabía mucho más, y que un avión lo esperaba en el aeropuerto de Bourget. Despegará en quince minutos.

Unos instantes después, y sin pasar el más mínimo control de seguridad aeroportuario, la limusina se parqueo en la parte trasera de un avión, en este aeropuerto que de costumbre recibía jets privados. Para completar su sorpresa, el aparato llevaba los colores nacionales e insignias de la República francesa.

La situación comenzaba a preocuparle. Subiendo las escaleras de acceso, fue recibido en la puerta por una azafata de un saludo sin mayor amabilidad. Al verlo transpirando e inquieto, ella le propuso un vaso de agua y le anunció que el vuelo hacia Bombay duraría nueve horas. Kevin se preguntó quién podría necesitar sus servicios con soberana urgencia, justificando tomar el mismísimo avión presidencial francés.

Ella le pidió elegir su asiento -lo cual no le sería difícil, pues había sesenta vacíos en esa sección-, y luego le aviso que despegarán dentro de poco. Que los pilotos estaban terminando el plan de vuelo, mientras esperaban la llegada de una tal "Madame Perrin". Kevin preguntó el rol oficial de aquella persona, en esta misión que tenía, cada vez más, un toque diplomático internacional. Clarisse solamente le ofreció una sonrisa de Mona Lisa y lo que sí le brindó fue una presentación escueta: "Me llamo Clarisse". Sin darle tiempo de preguntar nada más, se dirigió hacia el pasillo que llevaba hacia la parte delantera del avión, el cual parecía tener exclusivamente cabinas cerradas.

A Kevin la espera le parecía interminable. La azafata volvió a aparecer, apresurada por cerrar la puerta trasera del avión. Kevin notó unos instantes después que habían empezado a rodar. Antes que ella volviese a esfumarse, le preguntó si Madame Perrin había anulado su venida. Apuntando hacia las cabinas delanteras, ella respondió: "Madame ya está instalada y durmiendo en su cama". Eso bastó para que Letailleur lanzase un corto gruñido, irritado por el trato preferencial que le habían reservado a su acompañante de la expedición furtiva.

Kevin buscó en sus bolsillos su teléfono móvil, pero no pudo encontrar ningún contenido dentro, ni siquiera su billetera. Solo en ese momento se percató que no llevaba tampoco pasaporte... Pensó que la bienvenida con el personal indio no sería de lo más agradable. Clarisse dispersó un insecticida en aerosol, enviándole que era para protección en zonas tropicales, mientras se esforzaba de apretar fuertemente contra su nariz un pañuelo. Mientras tanto, Kevin sintió un efecto del producto que le provocó somnolencia casi instantánea.

En esos momentos, miembros de la familia Letailleur llegaban a su apartamento, alertados por su vecina. El dúplex de ciento cincuenta metros cuadrados estaba boca arriba, no había lugar donde poner un pie. A la entrada del mismo, justo detrás de la puerta, un sobre grande y rojo llevaba escrito encima: "Si quieren conocer el paradero de Letailleur, deberán leer este mensaje exclusivamente frente a la prensa. Este 1ro de Enero a las 6pm en punto."

A las cuatro de la madrugada, la ministra del Interior, se agitaba en los pasillos del Palacio del Elíseo, buscando al presidente. Incluso en medio de la noche, el lugar parecía mucho más apretado que de costumbre. El palacio estaba en mudanza interna, pues una buena parte de los grandes salones de recepciones habían sido cerrados para trabajos pesados de restauración.

Al dirigirse hacia el ático del ala Oeste, pensaba encontrarlo en su habitación, que estaba ubicada en los remodelados apartamentos del Rey de Roma, donde la actual familia presidencial se había instalado. Antes de tropezarse en los oscuros pasillos con la hija mayor del presidente, que acababa de regresar de las fiestas de Año Nuevo. Ella le indicó que él estaba en su despacho principal.

El mismo era ahora un área gigantesca, resultado de la fusión de dos grandes salones: el tradicional el salón dorado y el salón verde. En esta nueva área, el presidente tenía la posibilidad de agrupar varios ministros a la vez, o incluso reunirse con comitivas internacionales de alto rango. La ministra lo encontró frente a uno de los grandes ventanales que daban hacia el parque de palacio, desde donde podía observar los fuegos artificiales de los transeúntes, y percibir el ambiente caluroso que aún reinaba en los Campos Elíseos.

Ella penetró rápidamente en el despacho y sin haber siquiera terminado de cerrar la puerta, le soltó: "El Doctor Letailleur ya va en camino a bordo de su avión, con Clarisse y Madame Perrin; el sobre será abierto en público por su familia a las 18h como solicitado. Temo decirle, que no hemos logrado encontrar a Miranda". El presidente preguntó si los otros aviones estaban también en camino. "El Air Force One acaba de despegar hace unos minutos", respondió la ministra, con la voz claramente empapada de nerviosismo. 

En el patio de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora