Un petirrojo palpitante

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Era una noche invernal
dejada yo en la ventana,
cuando un petirrojo perdido
entró volando a mi casa.

Le sentí cerca, muy cerca,
ignorando la distancia,
a aquel petirrojo sangriento
que en el invierno volaba.

Y cuando abrió este sus alas
y me quedé yo observando,
había un vacío profundo
en aquel pecho liviano.

Miré entonces al espejo
y me quedé enmudecida,
pues en mi pecho antes lleno
ningún corazón latía.

Y con el viento del norte
el petirrojo alzó el vuelo,
le vi partir a lo lejos
en el ocaso del día.

Y mis temores más negros,
y mis dolores más grandes,
se fueron en aquel viento
en un petirrojo sangrante.

Pero no solo mis penas
volaron aquella tarde,
pues desde entonces no siento
dolor, amor ni pesares.

Todos los poetas van al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora