Volkaboway

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La relación que había entre el Superintendente y el Comisario con su subordinado, ya no era un secreto oculto para los agentes de la comisaría. Aquellos momentos en los que les parecía una locura que alguien más que ellos lo supieran, habían quedado atrás, y les valía una reverenda mierda lo que pensaran. Lamentablemente los habían descubierto, y con testigos era inevitable que los rumores no se regaran con el pasar de los días, al final, ocultarlo era totalmente inútil.

Aún así, habían decidido mantener la postura frente a los demás, no querían crear falsos malentendidos y manchar sus reputaciones con una falsa incompetencia que no tenían. Así que a simple vista, cada uno seguía igual, cada uno realizaba sus labores respectivas por su lado, como si lo que hubiera entre los superiores y el inspector no fuera relevante, como si fuera inexistente y no más que una ilusión o un falso rumor.

Gustabo, como siempre, iba a acompañado de Horacio en sus patrullajes, Volkov también patrullaba con Greco, y el Superintendente realizaba todo aquel papeleo que lo sacaba de quicio, a veces solo, a veces con las visitas inesperadas de Michelle para tratar ciertos puntos claves del CNI.

Nada fuera de lo común, no era necesario porque podían hacer lo que quisieran cuando llegaran a su casa.

Al menos, eso era una regla vigente, hasta ese momento, ese jodido momento en el que no tenían ni puta idea de como habían llegado a esa situación, o quizás si, lo sabían con certeza. La mente de Gustabo, nublada de placer, hacía un esfuerzo sobrehumano por recordar como es que había terminado así, sudoroso, compartiendo besos húmedos y con el Superintendente haciéndole una paja.

Ellos solo habían ido a comprar un puto traje para el rubio a una jodida tienda de ropa, y todo por aquella visita de mierda de los federales a la comisaría en un par de días, donde todos debían estar presentables para recibirlos. No estaba en sus planes terminar en un encuentro sexual en donde podrían ser descubiertos en cualquier momento por alguna dependiente. Al menos agradecía que la tienda estuviera vacía.

Recordaba, entre suspiros provocados por las estimulaciones y besos de los contrarios, quejarse al ser obligado a comprar ropa nueva innecesaria. Él ya tenía trajes, no necesitaba uno nuevo, para qué uno nuevo si Conway tenía su armario lleno de ellos como un enfermo.

Pero de todas formas, comenzó a probarse algunos bajo la orden del superintendente, y luego muchos, que por una y otra razón rídicula o sin sentido, no eran del agrado de Conway.

Ya sea por los colores, otros por la tela, o porque eran muy grandes, o muy pequeños, se le marcaban mucho zonas que no deberían, no eran la marca de ropa correcta, eran una mierda, porque sí, porque no, no le convence, esa tienda tenía ropa de mierda, la puta tienda de su preferencia estaba cerrada, Volkov inútil no hacía una mierda por ayudar, Gustabo no ponía de su jodida parte porque era un gilipollas, varias veces lo retuvo, esto, aquello, blah blah blah.

Recordó como finalmente, después de tanto rebuscar entre las perchas más alejadas del gran local, encontraron uno que se ajustaba perfectamente a su cuerpo tonificado, convenciendo al abuelo de que era el adecuado. Y hasta ahí todo iba bien, todo iba de puta madre, todo estaba tranquilo entre ellos y por su mente no pasaba la idea magnífico de darle un giro tremendo al momento.

No lo estuvo, ni siquiera rondó por su cabeza hasta que un pequeño pero miserable broche que mantenía la etiqueta del pantalón pegado a este con fuerza, se quedó enganchado en su ropa interior como un cabrón sin poderlo soltar por sí mismo.

-Coño, Conway, quíteme esta mierda.- Le pidió adentrándose más al vestidor para darle espacio y evitar hacer exhibicionismo en todo el pasillo. El mayor se adentró con fastidio y molestia, recriminando en su mente la inutilidad de aquel rubio para incluso quitarse un puto pantalón.

GTA V ROLEPLAY - Oneshots [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora