Prólogo

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Tiempo pasado
1980

Tic tac, tic tac, tic tac

Un recordatorio incansable de que iba a destiempo. Nunca tarde, nunca temprano. Pero siempre un paso adelante.
Tic tac, tic tac

El reloj hacía su constante palpitar igual que un corazón en el bolsillo del muchacho.

Sus pasos acelerados le costaban la respiración. Miraba por detrás para asegurase que nadie lo siguiese. No había nadie, prácticamente era la única alma en aquella calle lúgubre.

—Vaya alivio—  él dejó escapar aire que no supo que sostenía.   
Por fín un paso antes. Por fín...

El reloj se detuvo, su palpitar constante ya no hacía eco en su bolsillo, sus pantalones estaban estáticos. Ya no vibraban.
El jóven creyó al fin llegar un paso por delante esta vez, aunque, de nuevo, se había equivocado en eso también.

Por delante suyo se elevaba una figura esbelta y elegante. El gris de sus ojos resaltaba aún más a través de sus enmarañados cabellos. Ocultos bajo una capa gruesa y oscura de terciopelo rojo.
Con un movimiento casi velóz la mujer echa la capucha hacia atrás, la luz de las farolas nocturnas iluminaban su rostro blanco. El tiempo parecía nunca desvanecer su belleza, el muchacho no podía explicar como lucía exáctamente igual en cada uno de los años que la había visto.

—¿Tráes lo que he pedido?—Preguntó la mujer.

El muchacho asintió, estaba nervioso, había fallado otra vez.

Un objeto brillante y de mediano tamaño brillaba en la mano extendida del joven. El oro se veía iluminado y alcanzaba un brillo casi incandescente. Aunque envejecido por los años y los viajes éste nunca perdía su poder ni tampoco su valor.

—Sí, pero no estoy seguro de que sirva para tu propósito, no es lo que...

La mujer toma el objeto sin más reparos, interrumpiendo al joven que tenía delante suyo.

—No temas. Todo será revelado pronto—Pasaba sus dedos por encima de la inscripción de la parte superior del objeto.
"Rerum omnium chaos ut secretus"

Y sin más, la bruma misteriosa y esbelta se desvanece entre los pasillos de aquella oscura calle. El muchacho yacía allí parado, mirándola. Su reloj volvía a latir como si nada. ¿A caso se había equivocado?

—Lo arreglaré todo. Te lo prometo— susurro a la nada—.

Un momento después, metió de nuevo el reloj al bolsillo de sus gastados pantalones grises y sin más, también desapareció en la oscuridad.

Guardianes de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora