Quince

721 78 108
                                    


Aprovecho cualquier situación para llamar la atención de Marcelo, aunque el esfuerzo realmente no era necesario, de una u otra manera o porque simplemente el universo lo dispusiera, yo era una imán de atención.

—Uno más de esos y suspenderás álgebra —aseveró Martín inclinándose un poco hacia el mesón donde yacía mi examen.

El maestro estaba pasando por cada mesón a dejar las evaluaciones de la último clase. Y dibujada con el rojo más intenso que podría existir la nota de mi examen resaltaba dentro los monocromáticos colores del papel.

Al menos no tengo cero, me reconfortaba sola.

Pero Marcelo que se encontraba un asiento por delante al mío al escuchar a Martín se volteo a contemplar de soslayo lo que vendría a ser quizá mi peor calificación.

Pensé en cubrir el examen, mas lo que hice fue apegar mi espalda al espaldar de la silla y me dejé deslizar lentamente, avergonzaba de la imagen que le daba al chico que tanto me gustaba. No quería para nada que él pensara que era lenta o tonta. Quería tener su atención pero por cosas positivas, no por mi pésimo rendimiento académico.

La mirada de Marcelo viajaba desde la hoja a mi rostro, y tras los cristales de los anteojos los ojos se me tornaban rojos. Me sentía impotente, había estudiado tanto, lo había intentado, y aún así había fallado, era triste que pese a mí esfuerzo no había lograba obtener una nota decente. 

—¿estás llorando? —preguntó Mache sacándome del trance. 

Por un momento la idea de verme vulnerable ante él, y que me consolara, era realmente tentadora. 

Sí, Marcelo, quiero llorar. Solo abrázame y dime que todo estará bien. Pensé.

—No —le respondí muy bajito.

Abrázame. Callé.

—Excelente —díjole el Sr. Boris a Marcelo ubicando su perfecto examen sobre su banco.

Amor prohibido murmuran por las calles. Porque somos de distintas sociedades. Amor prohibido nos dice todo el mun...

Para fortuna mía sonó la campana y él ya no preguntó más, tomó sus cosas y salió del salón como todos. Con el ánimo por los suelos encamine hacia la salida, pero la voz severa del Sr. Boris me detuvo.

—Señor Taylor, tiene que mejorar esas notas si quiere graduarse este año. 

Asentí y salí rápidamente camino hacía los dormitorios. No tenía hambre, ni ganas de hablar o ver a alguien. Me sentía miserable, tonta, incapaz.

Cary me envió un mensaje, pero rechace pasar la tarde con ella, y había rechazado salir a remar en canoa con los chicos, todo para pasármelo mirando el techo de mi habitación y suspirando cada que pensaba en mi desdichado promedio. Un par de veces me senté en el escritorio e hice unos garabatos sobre una hoja, uno que otro ejercicio, pero volvía a acostarme, ya que era fuertemente atraída hacia las blancas sabanas que de alguna forma hacían que me sintiera mejor, quizá porque sabía que en cualquier momento iba a caer dormida y eso daría fin, o al menos una pausa a mis actuales conflictos.

Si había algo que me gustaba más que Mache era eso, dormir. La pausita de la realidad que tanto necesitaba. 

¿En qué momento empecé a soñar? No lo sé y honestamente, no me importaba. 

Lo cierto es que no podía quejarme... 

¿Adivinan por qué? 

Con dificultad empecé a abrir los ojos cansados, como si estuviese despertando de otro sueño. Parpadee un par de veces antes de dar por hecho lo que mis luceros estaban enfocando, bosteze y estiré mi cuerpo aún acostada. 

Marcelo estaba junto a la puerta de mi habitación, aún en uniforme, con la camisa y la corbata suelta, una mano dentro del bolsillo izquierdo de su pantalón y en oa otra un gran platano. 

La boca llena, y mirandome con esos ojitos que me revolvían hasta las piedras de la vesícula.

Parpadeo, parpadeo, parpadeo.. 

Me revolví entre las sábanas hasta quedar en una posición que me permitiera verlo con más claridad y detalle. Y algo que me impresionó fue la exactitud con la que mi mente y mi subconsciente lo proyectaban en mi sueño.

Sonreí.

Y él, como siempre, hizo esa pequeña mueca, junto las cejas y la nariz se le arrugó. Se inclinó un poco hacía atrás y una vez más me dejo ver aquel casi invisible lunar en su barbilla. 

Nos contemplamos unos segundos más,Mache, mirándome como si se me hubiera safado un tornillo, yo, con medio rostro hundido en la almohada pero con una sonrisa que ni un cero en matemáticas podría apagar.

Baje los ojos, visualizando sus facciones, su ropa, hasta que mis ojos se detuvieron en sus brazos, sus manos, esos dedos... 

De repente me sonroje, y un risita no tan inocente se me escapo, antes de decirle:

—Tómame. 

Pero en tono insinuante, o eso creía ingenuamente

Hazme tuya. Manifesté mis deseos más oscuros solo para mí.

Aquella mirada incrédula, confundida se acentuó con más fuerza en su rostro.

—¿Qué? —preguntó.

—¿Qué? —repetí y me reí.

Boba. Quién pudiera sacarme de aquella fantasía azucarada. 

—Marcelo —lo llamé casi cantando, entre parpadeos vi que sus labios dudaban en emitir una réplica.

Parpadeé.

—Marcelo —repetí.

—¿Estas bien? —cuestionó 

—Mucho mejor ahora que te veo.

Recibí como reacción una mirada incómoda. Seguido de un silencio que ya no era para nada incómodo, solo algo usual entre nosotros.
 
—Marcelo.

—¿Qué? 

No respondí, tenía su atención y solo eso quería.

—¿Siempre has sido así de raro? 

No respondí, nuevamente.

—Marcelo —volví a llamar.

—Dime.

Me revolví un poco y tome valor, antes de confesarle lo que había pensado cuando lo vi.

—Quiero comerme tu banana.

Y me reí, me reí hasta más no poder. Pero Marcelo Kuczynski, parecía no haber captado la declaración insinuante que le había hecho.

—Ya me la terminé —dijo dando una última mordida a la fruta.

Era una sueño muy loco y tonto y de no ser así no me hubiera atrevido a actuar de esa manera. 

—No tontito, me refiero a que..., bueno, tú sabes...

Una vez más me miró azorado.

Tiré un poco de las sábanas, lo suficiente para dejar al descubierto mis desnudas piernas. Opté por una posición coqueta y le dediqué una mirada lujuriosa.

Claro que en mi absurda imaginación me veía bien, pero no quiero ni pensar en lo mal que me veía para que el rostro de Marcelo Kuczynski pasará de desorientado a uno aterrado.

Cuando parecía que Marcelo al fin iba a responder, mi compañero de habitación entró en escena.

—Buen día —Saludo Sam.

—Buen día. Te... —le respondió Marcelo destinándome minúsculos y fugaces vistazos —, estaba esperándote. 

—Salí a correr temprano —dijo.

Samuel nos miró a ambos, ignorando completamente lo que había pasado. Tomó una almohada y la lanzo hacia mi cara, tomándome por sorpresa pero sobre todo ocasionando me diera cuenta de que no estaba soñando.

Continuará...

Sí, soy un chico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora