Cuatro

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¡MADRE MÍA!

Como escena de película el sonido de fondo se perdió y lo único que era capaz de escuchar era el palpitar continuo de mi corazón ahogando mis pensamientos. Arrugue la nariz con repulsión cuando el beso pasó de ser casto a uno lleno de saliva y demás fluidos corporales que con certeza estarían acompañados de billones de bacterias.

¡Igh!

No sé quién era más asquerosa. Ella, metiéndole la lengua hasta la garganta, o yo, viendo como una completa perdedora aquella escena repulsiva.

Tremendo disparate pensar que aquel chico si quiera me gustaba.

¡En qué diablos estaba pensando!

Había cosas que hacía impulsivamente. No. Todo lo hacía impulsivamente, como preguntarle al matón del al lado si la rubia oxigenada era la novia de Marcelo Kuczynzky.

¿Qué demonios estaba pensando?

Me arrepentí enseguida con la esperanza de que mi pregunta no hubiera escapado de mis labios, pero el ruido del ambiente no era el suficiente como para ocultar mis tímidas palabras.

—No lo sé —dijo de mala gana regalándole una mirada rápida y prejuiciosa.

Menudo lío representaba intentar sonar como "macho" sin que alguien me frunciera el ceño por lo agudo de mi voz.

Resople resignada.

No tenía sentido perder tiempo en un chico que recién había conocido y me veía como un raro. Además de que era un chico. Baje las gradas y salí al patio, deslice mis manos en los bolsillos del pantalón deportivo y busque mi teléfono celular para cerciorarme de no tener ninguna llamada perdida o mensaje. Aunque para ser sincera la única persona que se tomaría la molestia de llamar sería mi madre.

Sin señal de vida alguna y la bandeja de mensajes vacía, mi teléfono daba pena ajena.

El gélido clima soplo sobre mis mejillas y mis brazos desnudos, valga la aclaración, estaba con una franela de manga corta y un pantalón. El viento también sopló sobre mi cabello, desordenando mi prolijo peinado de Riki Ricon y desatando millones de escalofríos sobre mi piel.

Me abrace en un intento fallido de conservar calor. Pérdida en mis pensamientos mirando hacia el este o... el oeste. Levante el rostro en busca del sol. Busque en el cielo algún rayo de luz pero lo único que lograba divisar era un cielo oscuro y poblado de nubes grises.

Extrañaba mi casa, el sol y la playa. El sol. Me sentía como un maldito y endemoniado vampiro.

—Tyler.

Esa voz autoritaria me aterrorizo y provocó que diera un saltito sobre mi lugar.

Me di la vuelta y el entrenador se acercó y preguntó:

—¿Cómo se encuentra tu pierna?

—Bien —respondí rápido. No podía decirle más. Había exagerado en la cancha, sin embargo mi sobreactuación valió la pena ya que me libero de participar en ese deporte circunstancialmente.

—Debe de tener más cuidado.

Asentí a su recomendación. Su mirada profunda y enormes ojos marrones me intimidaban, y al asumir que había terminado baje el rostro y me encamine en dirección contraría al entrenador, pero este me detuvo colocando una mano sobre mi hombre.

—Las duchas son en la dirección contraria.

—¿Duchas? —pregunté.

Acaso insinuaba que apestaba a sudor. Me cohibí en mi lugar y comencé a oler mi ropa de manera disimulada.

Sí, soy un chico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora