Capítulo Dos.

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Las Delicias era la hacienda más hermosa que jamás haya visto. La amaba con todo mi ser. Por desgracias , había pasado mucho tiempo desde la última vez que había entrado a este lugar. Se había deteriorado un poco, pero seguía siendo espléndida, su encanto no había disminuido ni un instante.

Cuando llegamos a la terraza al aire libre pude ver que había varias mesas con invitados muy distinguidos. Había en el centro una mesa cubierta de postres y refrigerios. Una banda tocaba y las personas se veían muy animadas conversando mientras que otras parejitas bailaban felices.

Pude ver a mi prima a los lejos. Dios era aún más hermosa que cuando solo tenía dieciséis años, mi tía Clotilde estaba a su lado, aún conservaba algo de encanto. Estaban conversando con quiénes serían si mal no recuerdo los Martínez, nuestros vecinos más cercanos.

Cuando los invitados nos vieron llegar detuvieron cualquier tipo de actividad y posaron sus ojos sobre mí. Sé que me estaban inspeccionando de arriba a abajo. Tantos años con los burgueses europeos me habían servido para forjarme nervios de acero y mi gusto se había refinado mucho. Portaba sobre mi cuerpo un vestido sencillo pero hermoso, color rosa,y, por el rostro de mis invitados pude darme cuenta que esta moda no había llegado aún aquí.

- Queridos vecinos y gente de bien de Veracruz, les hemos invitado hoy para celebrar la llegada de mi querida esposa Abigahil de España, luego de haber concluido con notas muy satisfactorias su educación en una de las instalaciones para señoritas más prestigiosas de toda Europa. Son muchas las palabras y poco el tiempo que tengo para expresar todo el regocijo que me inunda al tener una vez más a mi bella esposa a mi lado.

-"Hipócrita" ''Mentiroso". Era lo único que mi mente decía mientras trataba de mantener una sonrisa estúpida en mi rostro, fingiendo que me conmovian toda esa sarta de mentiras.- Sin más los invito a todos a levantar su copa, y brindar por su salud y bienestar.

Todos brindan a mi nombre, yo levanto al igual que todos mi copa y tomo un largo sorbo del costoso vino tinto para no estallar.

-¡Abi!

Se acerca mi tía Clotilde junto a mi prima para darme un fuerte abrazo entre lágrimas, sé que mi tía paterna me quiere de verdad, cosa que no sabría decir de mi prima.

- ¡Estás hermosa!

- Gracias tía. Hola Costanse¿Cómo has estado?

Pregunto a mi prima sosteniendo con ambas manos a mi tía.

- Muy bien, vaya, veo que has dejado de lado las coletas y overoles. Está radiante.

- Gracias prima, tú también estás más hermosa desde la última vez que nos vimos.

Seguidamente nos abrazamos pero esta vez fué más corto el abrazo.

El resto de la tarde corrió muy rápido. Al caer la noche estaba exhausta. Hablar con tantas personas a la vez había sido muy agotador y más fingiendo una felicidad que no tenía.

- Nos quedaremos esta noche aqui, mañana volvemos a la ciudad.

Alexander irrumpe en la sala donde estaba tomando algo de té.

- Me parece perfecto.

Él no dice nada, y solo pido a Dios que no esté pensando nada más que en las habitaciones que vamos a ocupar.

- Bien, Clotilde y Costanse ya están instaladas en uno de los cuartos de huéspedes, yo dormiré en el cuarto de arriba, solo faltas tú.

"Gracias Dios"

- Yo ocuparé la habitación de mi padre.

- ¿Estás segura?

- Si ¿Algún problema?

- No es sólo que... No importa. Llamaré a alguien para que lo prepare.

- Llama a Tomasa.

Le digo casi en un susurro.

Él no pone peros a mi orden así que ya instalada en la habitación de mi padre, la cual era la que más me gustaba de toda la mansión debido al balcón que daba a la enorme terraza al aire libre y, como se encontraba en el segundo piso,podías ver con facilidad el océano a lo lejos, pude escuchar a Tomasa entrar a la habitación. Yo me encontraba sentada en uno de los bancos del balcón. Tomasa al verme oprime un grito de alegria. Yo me incorporo a un abrazo largo y en silencio, entre lágrimas y nostalgia. Tomasa era más que mi nana, ella había sido mi segunda madre cuando mi mamá falleciera al yo nacer, Tomasa había cuidado de mi y me dió todo el amor que un niño pueda desear.

- Pe...pe...pero mi niña que linda tu esta'

-Tomasa, no sabes lo que te he extrañado. No sé cómo soporté tanto tiempo sin tí.

-Mi niña¿Pa' que volviste? Esto aquí no está fácil.

-¿Por qué? ¿Alexander los maltrata?

- No,no niña. Él es un buen patrón. Es solo...

-Sólo ¿Qué? Tomasa.

- El niño Ale es un hombre buen moso, las mujeres le llueven niña Abi.

- Por supuesto, sin hablar de mi prima.

- ¡Niña Abi! Eso ni lo diga ni en el pensamiento.

-¿Por qué?¿ Acaso no es un secreto a voces?

- Uste' sabe que estos alrededores son pequeños, y la gente habla. Pero nunca se ha probao' na'.

- Por favor Tomasa. Les compró una Mansión en la ciudad. Él las acompaña a todas las fiestas y Costanse con veintisiete años no se ha casado aún, y se que por falta de pretendientes no ha sido.

- Por eso mi niña ¿Por qué volviste?
Uste' estaba bien en España.

- No Tomasa, yo no puedo estar bien hasta que ese hijo de puta pague por todo lo que me hizo. Él engañó a mi padre moribundo de tuberculosis para que le dejara todo lo que era mío por derecho. Lo odio Tomasa, lo odio con todo mi ser, me retuercen las entrañas el sólo pensar que está bajo mi techo.

- Pero mi niña ¿Qué vas a hacer? Él es su esposo ante Dios y el mundo.

Cuando Tomasa dijo esta frase me contuve un instante. Me levanté del banco y respire por varios segundos el aire de la noche.

- Él no es mi esposo Tomasa y tengo cómo probarlo.

- Abi, ahora no entiendo.

Me volteo y me arrodillo ante ella.

- Tomasa, soy virgen.

- ¿Qué?

- Soy virgen, Alexander y yo jamás consumamos el matrimonio.

Quiero el divorcioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora