Capítulo Cuatro

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No sabía que hacer, no quiero que sospeche de mis intenciones, pero tampoco quiero estar con él.

- Si el caso es que me quieres tener vigilada, no hay problema, yo me voy con ustedes.

Trato de levantarme de mi asiento, pero su mano me detiene. Incluso su tacto me quemaba, Dios lo desprecio.

- Mi intención no es molestarte Abigahil, solo que eres mi esposa y quería pasar tiempo contigo.

Sus palabras me atravesaban como dagas, no quería su compañía, no quería su presencia en mi vida.

- No es necesario Alexander, yo estoy bien. Si quieres verme puedes venir todos los días, pero he estado lejos por mucho tiempo, mi propia familia es una extraña para mí. Por favor, dame tiempo.

Con la poca fuerza que me quedaba, tomé su mano y lo miré a los ojos, él suspiró y en señal de rendición, tomó mi otra mano.

- De acuerdo, pero por favor te cuidas.

Sé que quería besarme, no sé si en los labios o en la mejilla, pero no me quedé tranquila para averiguarlo.

- Entonces adiós, digo soltando su agarre y dándole la espalda.

Él se marcha después de almorzar, mi tía y mi prima igual, dejándome completamente sola...y feliz.

El resto del día lo paso paseando por los alrededores de la hacienda, me encantaba el aire puro y las plantaciones de café.

En la tarde visito el poblado de los trabajadores. Por lo visto mi esposo los ha tratado como lo que son... Seres humanos. Alexander ha construido casas para las familias al igual que una escuelita para los niños. Debo de imaginar que algun párroco les enseña lo básico y la biblia, aunque ellos tienen sus propias costumbres y creencias religiosas, heredadas de distintas partes de África.
Luego, aprovecho para hacer algo que desde niña amo. Bañarme en el río que pertenece a mi propiedad. Su agua es pura y cristalina, tiene la capacidad de hacerme olvidar todos mis problemas, hacerme querer tener una vida tranquila y sin venganza, pero no puedo, él debe pagar.

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- No entiendo por qué la dejaste sola en la hacienda.

- No quiso venir con nosotros Constanse, no podía obligarla.

- Debes mantenerla vigilada, ella trama algo.

-¿De qué narices estás hablando?

- Ella trama algo Alexander, lo puedo ver en sus ojos.

Constanse tendía a ser algo paranoica a veces y la verdad, no estaba de humor para sus impulsos y suposiciones.

Me visto y me largo hacia El Corsario, una casa de juego cerca del puerto en el que podías encontrar al igual que diversión, buena compañía.
Estaba ganando bastante dinero en el trio, cuando una morena de hermosa sonrisa se posiciona en mis piernas.

-¿No quieres algo de compañía Alexander?

Macarena, era una de mis tantas amantes, me encantaba su color canela y sus ojos negros, al igual que me comía el miembro como ninguna otra, así que la sigo hasta su habitación en la segunda planta, luego de que me diera placer con sus hermosos labios, le pago y me dispongo a bajar para seguir mi partido, no podía perder mi buena racha hoy, pero mi lugar ya estaba siendo ocupado por otro.

Rodrigo Salazar, primo lejano de Abigahil, y un grano en el culo. Él odiaba el simple hecho de haberle arrebatado la fortuna de su tío el Marqués de Amery al casarme con su prima, puesto que si el Marqués no hubiera hecho este arreglo antes, ahora fuera el poseedor de Las Delicias y todas las riquezas del fallecido Marqués. Por suerte para mí, no fué así.

Quiero el divorcioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora