Capítulo Cinco

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Me doy un largo baño antes del baile. Tomasa, preparó una tina con pétalos de rosas, mis favoritas. Luego, me preparo, con ayuda de Tomasa entro en mi vestido rojo sangre y arregla mi largo cabello rubio en un peinado semisuelto, dejandolo recogido delante y cayendo el resto de mi cabello hacia mi espalda hasta mis glúteos. Mis senos se ven redondos y apetitosos y mi cintura luce aún más estrecha de lo que normalmente es gracias al corsé rojo también. Mis orejas y cuello son adornados por rubíes. Mi maquillaje es sencillo, pero resalta mis ojos.

Cuando Lady Marion llega, eran pasadas las 9:00.

- Por lo visto, la puntualidad no es tu fuerte Lady.

- Mis disculpas. Está hermosa.

- Gracias, usted igual.

Tomasa toma mi mano antes de subir al carruaje. Me ruega por que me quede a su lado, pero rechazo la oferta y le pido solo su bendición.

Las Delicias queda a unos 20 minutos de la ciudad, así que vamos muy rápido.

-¿Le puedes decir a tu cochero que quiero llegar viva al baile?

Marion le ordena que vaya más despacio, asi que puedo volver a respirar con normalidad.

- Esta noche, estás muy hermosa Abigahil. Tú si que sabes cómo vestir para una fiesta.

- No estoy vestida para una fiesta. Digo por lo bajo,mirando el suelo.

-¿A no? Entonces, a que se debe el rojo intenso y el vestido más exótico que jamás halla visto.

- Es porque no visto para una fiesta... Sino para la guerra.

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Odiaba los eventos sociales. Las mujeres no paraban de mirarme como si me desnudaran con la mirada.

Los hombres, por su parte, algunos me admiraban y se pasaban toda la noche tratando de entablar algún tipo de diálogo que conllevara a una declaración de algún negocio fructífero, otros miraban a Constance como perros en celo, y el resto sólo me desprecia porque saben que sus esposas o amantes ya pasaron por mis sábanas...o simplemente, lo desean.

Eran casi las 10:00, me dirijo hacia el grupo de damas en el que se encuentra Constance hablando placentera mente, quería escapar antes que otra viuda sola y reprimida me pidiera otra pieza de baile.

- Estaré en el balcón fumando. Le digo a mi acompañante, la cual ríe divertida por algún comentario que de seguro es uno muy escandaloso.

- Está bien, no tengo pensado ir a otro lugar.

Salgo a la terraza de la enorme mansión. A lo lejos, en la oscuridad del jardín puedo divisar una que otra pareja clandestina teniendo encuentros indecorosos. Me río por lo bajo, recordando algunos en los cuales fuí partícipe. Al pasar un tiempo siento que la música se detiene.Creía que era para comenzar otra pieza, pero el silencio era largo y extraño. Me decido a entrar al salón de baile, pero no me esperaba lo que mis ojos veían.

Era una maldita diosa. Esa era la palabra que describía a mi esposa. Era la pureza y pecado en un mismo ser. Sus ojos verdes resaltaban sobre su oscuro maquillaje. Su cabello caía como cascadas sobre su espalda. Sus senos eran un corazón apetitoso y suave. Su sonrisa, su más letal arma.

Ella no era esa niña que dejé en el Internado. Ella ya no era mi Sol.
Ella era toda una mujer, una que sabía cómo dar un espectáculo, y lo está demostrando en este preciso momento.

Sin pensarlo tan siquiera, me acerco a su lado. Estaba acompañada por nada más y nada menos que por Lady Marion, una mujer con mucho dinero, pero con un pasado un tanto turbio.

Quiero el divorcioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora