El vacío tras la muerte

3. Charco de sangre

Ante sus ojos, su mejor amiga lloraba. La apenó verla así. Siempre le había dicho que superarían aquello juntas, pero ella no lo había cumplido.
Su corazón se encogió al verla gritar. Esta vez no oía lo que decía, pero podía imaginarlo.
Su amiga cogió un jarrón que había cercano a ella y lo lanzó al suelo con gran enfado, gritando algo a la misma vez.
— ¿Cuándo está pasando esto? ¿Sigue siendo hoy?
— El tiempo aquí pasa diferente. Ha pasado casi un mes desde que tomaste tu decisión. —Por primera vez respondía de inmediato.
Sin embargo, lo sucedido tras eso la hizo ignorar aquel hecho. Una lágrima calló de sus ojos.
— ¡No! ¡Tú no!—Corría otra vez, y, otra vez, no se movía. Comenzó a llorar descontroladamente. —No lo hagas, por favor.
La chica que solía sonreír, con los ojos rojos del llanto, miraba un trozo del jarrón roto con expresión triste.
Vio una pequeña sonrisa en su cara, y pensó que no lo haría. Se detuvo y la miró fijamente.
Tras esa sonrisa, otra lágrima cayó. La última. Lo siguiente que pudo ver fue un charco de sangre alrededor de su ahora fallecida amiga.
Volvía a llorar descontroladamente, como había pensado que no volvería a hacer nunca más.
— ¿¡Por qué lo has hecho!? ¡No!—Gritaba con rabia.
— ¿Lo entiendes ya? Tú decisión ha tenido repercusión en la vida de muchas personas. ¿Entiendes ya cuál es la lección que te intenso enseñar?
— ¡Tú! ¿¡Quién eres!? ¡Haz que viva! ¡Todo esto es tu culpa, ¿verdad?!
— Esto es culpa tuya. De nadie más. Todo esto sucede porque tú decidiste acabar con todo de una manera en la que solo solucionabas tus problemas provocando tristeza en la vida de otras personas.
— No quiero estar aquí. —Se sentó en el suelo y se encogió, abrazándose de nuevo a sí misma.
No lo notó esta vez, pero el vacío volvió a ser oscuro.
— Solo queda una imagen más. Aguanta.
— ¿Por qué tengo que ver esto? No quiero sufrir más.
— Solo tienes que entender que hacer lo que hiciste no es la solución, para que en tu próxima vida no lo repitas.