el último de los espíritus

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EL ÚLTIMO DE LOS ESPÍRITUS

El fantasma se aproximó despacio, solemne y silenciosamente. Cuando estuvo cerca, Damian cayó de rodillas porque hasta el mismo aire en que el espíritu se movía parecía emanar desolación y misterio.

Iba envuelto en un ropaje de profunda negrura
que le ocultaba la cabeza, el rostro, las formas, y sólo dejaba a la vista una mano extendida, de no ser por ella, habría sido difícil vislumbrar su figura en la noche y diferenciarlo de la oscuridad que le rodeaba.

Damián notó que era alto y majestuoso y que su presencia misteriosa le llenaba de grave temor.

Nada más podía discernir pues el espíritu ni hablaba ni se movía.

—¿Tu eres del Fantasma de la Navidad del Futuro? - dijo.

El espíritu no respondió, pero señaló hacia delante con la mano.

—Has venido para mostrarme las imágenes de
cosas que no han sucedido pero sucederán más adelante -  prosiguió Damián. - ¿Es así, espíritu? ¿Puedes decirme quién eres debajo de ese ropaje?

Los pliegues de la parte superior del ropaje se
contrajeron por un instante, como si el espíritu
hubiera inclinado la cabeza. Esa fue la única respuesta.

Aunque por entonces ya estaba muy habituado a la compañía espectral,  tenía tanto miedo a la silenciosa figura que sus piernas le temblaban y se dio cuenta de que apenas lograba mantenerse en pie cuando se dispuso a seguirle. El espíritu hizo una pausa, como si hubiera observado su condición y le concediera tiempo para recuperarse.

Para el joven Robin fue peor. Un vago horror le hizo estremecerse al saber que unos ojos fantasmales estaban fijamente clavados en él mientras sus propios ojos, no podían ver más
que una mano espectral y un bulto negro que no le recordaban a nadie y al mismo tiempo tenía la impresión de haberlo visto antes.

—¡Fantasma del Futuro!-  exclamó - ¿Realmente no me puedes mostrar tu rostro como los otros y déjame saber quién eres?

No hubo contestación. La mano señalaba hacia delante.

—Entiendo ¡Dirígeme! », dijo Damián con gran desilusión. «¡Dirígeme! Cae la noche y yo sé que el tiempo apremia. ¡Condúceme, espíritu!

El fantasma se movió igual que se le había acercado. Damián le siguió a la sombra de su ropaje.

Casi no reconoce Gotham, más desalineada y triste, era imposible que fuera navidad, en la plaza no estaba el gran pino de la fundación y el letrero de felices fiestas de Wayne Enterprise parecía haber sido objeto de algún explosivo.

El espíritu se detuvo al lado de un grupito de negociantes de callejón, de esos que dan golpes todas las noches.  Al observar que les estaba señalando con la mano, Damian avanzó para oír su conversación.

""No"" decía un hombre muy gordo con una pa-
pada monstruosa, ""no estoy muy enterado. Lo único que sé es que está muerto""

""¿Cuándo murió?"", preguntó otro.

""Anoche, creo.""

""Es una pena, este lugar no era tan mierda cuando vivía""

""Querrás decir cuando no estaba loco""

""Da igual, ya no está y sus mocosos tampoco, Lord Él, impedirá que le rindan homenaje, sabes lo que le hizo a los que intentaron defenderlos""

""Qué mierda, antes por lo menos había Navidad""

Hubo un sonido  como de viento rompiéndose y todos se dispersaron como cucarachas al encender la luz de una asquerosa habitación. En el cielo un superboy muy crecido mira con frialdad el lugar, Damian está seguro que lo ve a él pero cuando el espíritu pone su mano fría en su hombro Superboy no tiene otra más que continuar con su vuelo.

Cuento De NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora